Un viaje no muy tranquilo (Aka-Yuuki)

Para llegar a Avisnia podía o cruzar Graent o pasar por Myrdhin. Después de analizar todas las opciones, había llegado a la conclusión de que Graent, a pesar de las confrontaciones entre los negoons y los kyrias, era la mejor opción. Así podría interceptar al pájaro que andaba buscando junto el río Daon. Había tenido que cruzar la cordillera Na'at, pero eso no había sido un problema para mi.

Una vez en Graent, gracias a mis artes como ladrona, disfrazarme había resultado ser lo acertado. Me dejaba ver lo indispensable y basta. Aún así, la curiosidad y mi afán por investigar la desaparición de mi padre me llevó a Tahitzá, capital de Graent. Mi disfraz era bueno, pero yo no soy kyria. No me siento nada a gusto con sus ropas y no entiendo su modo de funcionar. Paseando por las calles estava ciento veinte por ciento alerta.

Seguí andando... una chica con el pelo rosa se me quedo mirando fijamente.

Miré a la chica, sorprendida porque no mostraba signos de repulsión hacia los nágoons.

-Pues en realidad sí que voy un poco perdida. -sonreí- Estoy de paso en Graent para llegar a Avisnia y me apetecía ver la capital, pero es muy grande y no sé por dónde empezar.

Esa chica me gustaba. Sonreía de forma natural y se le veía que era abierta y simpática. Volví a sonreírle.

-Vaya, ¿estás segura de que no es demasiada molestia? -pregunté, sorprendida por su amabilidad. En realidad necesitaba su ayuda, pero ante todo, la educación- Con que me indiques la dirección correcta para ir hacia Avisnia sería suficiente. Aunque si no te importa, me encantaría ver un par de monumentos importantes... Siempre y cuando a ti te vaya bien, claro.

Agarré fuerte las riendas de Ceniza, mi caballo negro, que había estado todo el rato a mi lado, aunque yo había preferido ir a pie. Suspiré, mirando la calle por la que había estado andando hasta el momento.

-¿Tan desencaminada de Avisnia iba? Supongo que me habré liado al entrar a una posada para descansar los pìes...

Sonreía ante el entusiasmo de la Kyria. Realmente me agradaba su compañía.

-Yo soy Ishëe, hija de Drênd. Muchísimas gracias por todo otra vez. Baeleth es un nombre precioso -respondía su reverencia con una inclinación de cabeza-. Entonces, ¿qué monumento me recomiendas ver primero?

-No es muy típico, no. En realidad, estoy casi segura de que mi padre se lo inventó. Pero me gusta como suena.

Escuché con interés su enumeración de los lugares importantes de Tahitzá.

-Todo suena muy interesante. Yo no puedo ayudarte en qué orden debemos seguir, así que me fiaré de ti. ¡Adelante!

-Creo que prefiero el camino largo -sonreí- Nunca me han entusiasmado las tiendas y, aunque no me molestan las muchedumbres, siempre he preferido los lugares con poca gente.

Sí, porque aunque sé perfectamente que las aglomeraciones de gente son el lugar ideal para esconderte cuando tienes que huir de algo o de alguien, y por eso he terminado cogiéndoles aprecio, por todas las veces que me han salvado el pellejo. Aunque eso no hacia falta que se lo comentase a Baeleth.

Seguí a mi nueva guía en silencio, absorbiendo toda la información que era capaz de procesar. Admiré las calles de Tahitzá: no eran como las de las ciudades a las que estaba acostumbrada. Graent era como el extremo opuesto a Vatralon, parecía que, en vez de querer dominar la naturaleza querían formar parte de ella, camuflarse, modificarla solo lo absolutamente indispensable. Era hermoso.

La gente saludaba con sonrisas y ligeras inclinaciones de cabeza a Baeleth, se notaba que le tenían aprecio. Seguramente ella vivía por allí cerca, y todo el mundo la conocía. Era realmente muy agradable.

Pero a mi no me miraban exactamente igual. Algunos sencillamente pasaban de mí, mientras que otros me miraban con curiosidad. Yo sabía que no era nada frecuente encontrarse con una nagoona en Graent y aceptaba y entendía su curiosidad con callada comprensión, pero devolvía las pocas malas miradas que los escasos ciudadanos con prejuicios muy formados me lanzaban.

La pregunta de Baeleth me pilló desprevenida, aunque en realidad no me extrañó, puesto que era completamente normal que sintiese curiosidad. Pensé rápido, pues aun con su naturaleza bondadosa y extrovertida, dudo que aceptara seguir andando con una ladrona, y tampoco sería muy inteligente por mi parte revelar mi ocupación tan a la ligera.

-Estoy aquí porque mi padre es comerciante, y muchas veces soy yo quien se encarga de hablar en persona con sus clientes de otros países porque siempre me ha gustado viajar y se me da bien cerrar tratos. Esta vez, tiene un encargo des de Avisnia y me envía para acordar los trámites del negocio.

-Vende telas. Ya sabes que Vatralon es país de tecnología e industria. Las telas de mi padre no son convencionales; son sintéticas y tienen características especiales. Algunas son muy resistentes, otras, impermeables. También hay elásticas, finas, gruesas,... Con estampados variados, fáciles de trabajar y cómodas.

Sonreí.
-Y tu padre, ¿Qué vendía?

-Apasionante -volví a sonreír a Baeleth; su inagotable energía era contagiosa.

-¿Cuánto falta para llegar a esa bonita estatua de la que me hablaste?