¡Si, mi capitan! (Gavriela)

Ninive despertó en la oscuridad de su cuarto, algo mareada. Se estiro, comenzaba a recordar, el día anterior había conocido a un mago y...

Miro hacia su derecha, su amplia cama estaba invadida por otro cuerpo, frunció el ceño de manera perezosa, comenzó a palpar su cuerpo, que como era de esperar estaba desnudo. Pues ni corta ni perezosa le dio un empujón al hombre, haciendo que este se despertara sobresaltado.

Por su parte, esta se levanto automáticamente, eran las 5 de la mañana. En la silla tenia su uniforme planchado, la criada hacia su trabajo bien.

El reflejo del espejo le advirtió que el hombre tenia intenciones de acercarse y sorprenderla por detrás. Ninive contrajo el rostro en una mueca desagradable.

-Ni se te ocurra-no se volteo para mirar a su interlocutor, mientras se iba poniendo los pantalones...-¡Felicia!-bramo la mujer severa, su amante se sobresalto ante el repentino grito, después, con total normalidad Ninive siguió vistiéndose con lo que quedaba del uniforme.

En unos pocos segundos apareció la mujercilla con la cara roja por las prisas que se había tomado en llegar lo antes posible a la habitación de su señora. Ella también estaba vestida ya con su traje de faena.

La hechicera le dedico una leve mirada y volvió a acicalarse.
-Indicale a este hombre la salida-dijo vagamente, acto seguido salio de su cuarto y fue directa al comedor, donde ya tenia preparado su desayuno.

Una vez termino de comer, volvió a pronunciar el nombre de su criada más fiel y esta apareció con la espada y la capa que siempre solía llevar cuando se dirigía a su trabajo. Ni si quiera se preocupo por el amante con el que compartió cama la noche anterior.

Ninive salio de su casa con paso firme, prefirió ir andando ya que consideraba que un soldado debía estar en plenas condiciones físicas, por eso mismo siempre desayunaba bien fuerte , para poder aprovechar bien el día.

Treinta minutos exactos tardaba la mujer en llegar. Eran las siete de la mañana, Ninive tenia una gran precisión y una espantosa puntualidad. Odiaba todo lo que fuera políticamente incorrecto, como buena militar que era.

Sin más dilación, la mujer se encerró en su despacho a revisar papeles, hoy no le tocaba entrenar a los cadetes, una lastima ya que ese día se sentía llena de energía para maltratar. Cuando levanto la vista de nuevo los rayos de luz se filtraban por la ventana...¿tanto tiempo había pasado? Miro el viejo reloj de péndulo, marcaban las diez y cuarto. Ninive frunció el ceño, algo adormilada por los rayos que iban directamente a sus ojos, así que decidió levantarse a estirar un poco las piernas.

La mujer salio al pasillo, más sus ojos se agrandaron cuando vio una melena rubia y rizada, Ninive sonrió con cierta malicia y se dirigió hacia ella con pasos felinos y a la par respetuosos.

-Buenos días mi capitán.....

Tenía sueño.

Aunque Gavriela casi siempre tenía esa sensación de somnolencia, debido a los aromas e inciensos de los que las reinas disfrutaban, hoy tenía sueño.

Aquella mañana, como todas, había escoltado a las reinas a la sala del trono, pero tras ello le dijero que su lugar no estaba allí hoy, lo habían visto. Eso quería decir en su peculiar lenguaje, que le darían el día libre por alguna razón que ella desconocía.

Normalmente se dedicaba en cuerpo y alma a custodiar a las reinas todo el día, llevaba a cabo tareas que ellas le imponían directamente, y hacía muy poco papeleo, siempre relacionado con las peticiones de los súbditos. Cuando le daban un día libre, lo lógico era alejarse de ellas.

Y eso la descolocaba.

Ponía el día patas arriba. No sabía qué hacer. Tristemente, así se dio cuenta de que casi no tenía hobbies, sólo se preocupaba de aquellas frágiles niñas. O por lo menos eran mucho más frágiles de lo que los demás creían.

Saliendo del palacio, se dirigió a las pequeñas oficinas del ejército, decidiendo que revisaría si había algún nuevo documento sobre su mesa. Tras comprobar las nuevas peticiones, seleccionó las que presentaría a las reinas y las que no, cuidó de sus lanza y su espada... Y tras ello le quedó mucho tiempo libre, por lo que salió al pasillo, deleitándose con la vista de las ventanas y dejándose bañar ligeramente por la luz del sol, con lo que parecía todavía más pálida.

Estaba tan metida en sus pensamientos, que si no fuese por el tono alto y autoritario de Nínive, ni siquiera la habría oído.

-Ah... -se giró ligeramente para verla con la misma expresividad que a una piedra- Buenos días Coronel... Oh, quiero decir, Teniente General.

Se le había olvidado el último ascenso de la mujer. Bueno, no le importaba mucho en realidad, por eso tras el saludo, volvió a mirar por la ventana, intentando despejarse.

A esas alturas, a Ninive le crispaba la indiferencia que tenia Gavriela...ya no solo con ella que, por si era muy grave, si no con todo en general.

Además de que ¡cielos! Era mucho más joven una criaja, al lado de la imponente figura de la despiadada hechicera...y ¿de donde había salido? Solo sabia que era la favorita de las reinas, aquel hecho le era indiferente, pero a veces no entendía como sus majestades podían confiar en un elemento tan políticamente incorrecto..¿quien se encargaba de supervisar a los cadetes? Siempre era Ninive. A veces sentía que solo vivía para salvaguardar la honra del gran ejercito mágico, que solo ella se preocupaba de su trayectoria.

Una vez más, Ninive clavo sus fríos ojos en la rubia, fijándose en las dos coletas que, le parecían ridículas.Para su gusto, no inspiraban autoridad, ni seriedad, parecía una niña...que aspecto tan infantil.

La mujer se contuvo de chasquear la lengua en gesto de desaprobación, no, por nada del mundo podía permitirse ganarse la enemistad del capitán, al fin y al cabo, ella dependía de Gavriela...que hecho tan amargo.... algún día... algún día todo cambiaría.
Pero es que se le antojaba tan fácil. Solo necesitaba a dos buenos hombres que hicieran el trabajo sucio. Más, aun estaba por ver si en verdad Gavriela servia para el puesto en el que estaba, si fuera así, Ninive tendría su más profundo respeto.

No obstante Ninive conservo su gesto neutral y a la par respetuoso.

-Veo que usted también esta un poco adormecida-sus ojos se entornaron, sonrió de forma fría, dándole una apariencia inquietante-dígame...¿como se encuentran nuestras queridas reinas?

A decir verdad, Ninive realmente se interesaba por el estado de las reinas, después de la revolución, poco las había podido ver, sobre todo, a corta distancia....

Gavriela se preguntó por qué Ninive quería entablar conversación con ella. Quizás fueran motivos meramente formales... O podía ser que el estado de las reinas le interesase de verdad... De cualquier modo, de todos era conocido que no era muy sociable. Bueno, y Gavriela tampoco lo era, o por lo menos se sentía un poco torpe socializando.

-Se encuentran en perfectars condiciones -dijo volviendo a mirar a la mujer de cabellos azulados-. Bueno, en realidad como siempre. No creo que en el reino haya nadie mejor cuidado que nuestras queridas reinas -a duras penas contuvo la palabra niñas, pues así era como las veía, como sus niñas, sus hermanas pequeñas... o quizás fuese al revés. Pero obviamente no podía llamarlas así en público.

-Hoy me dijeron que mi deber estaba aquí, aunque no sé a qué se referían exactamente... Normalmente no las entiendo cuando me hablan de forma enigmática, pero de todos modos nunca se equivocan. Algo debe de haber aquí que yo tenga que hacer. Y aunque no fuese así, no se puede contradecir ni cuestionar a la realeza.

Al contrario que Ninive, la expresión de Gavriela era bastante relajada y neutral, sin llegar a ser fría. Aunque desde que pasaba tanto tiempo con las reinas parecía estar cogiendo su deje de desinterés en la mirada. Un par de personas pasaron junto a ellas, en tenso silencio por encontrarse en presencia de ambas, pero todavía más por verlas juntas, y cuando estuvieron a una distancia prudente, comenzaron a cuchichear entre ellos. Aunque Gavriela ni siquiera se había parado a verles.

No fue indiferente para Ninive.
Les había oído perfectamente, la hechicera, dirigió rabiosamente sus ojos hacia los sujetos, si las miradas mataran, estos ya hubieran sido atravesados por los rayos cyan de sus desangelados ojos.

Más no se pronuncio, solo volvió a girar su rostro para mirar a su interlocutora. El giro fue exagerado e incluso teatral.

-Me alegra que la seguridad de nuestras majestades este en perfecto estado-continuo la mujer con un deje de satisfacción en su voz.

Ninive era alguien que con un solo vistazo podia ver como era una persona, y a Gavriela la había calado.

Desinteresada, totalmente entregada a su trabajo, leal y muy dependiente de las reinas, pues las afirmaciones que le habia confesado esta, dejaban muy claro que sin ellas, la capitan no seria nada.

Y Ninive se quejaba muchas veces de trabajar mucho, pero si que sabia como divertirse y relacionarse cuando era preciso.

Hay que tener amigos hasta en el infierno.

-Claramente, sus majestades desean que usted, mi capitán, tenga un merecido descanso- Ninive arqueo una ceja divertida, ahora mismo Gavriela le parecía una muchacha inocente que debía aprender muchas cosas sobre la vida-relájese mi capitán ¿quiere tomar un café en mi despacho?- Ninive sonrió ladina, tal vez era buena idea ganarse la simpatía de su superior, así tendría más oportunidad de acercarse a las reinas y ser bien considerada dentro de palacio.

Más no espero por la respuesta, Ninive se puso a caminar lentamente.
-Y con todos mis respetos, nunca acepto una negativa.

Era raro que Ninive se mostrase tan amable con alguien, eso lo sabía hasta Gavriela, la militar con menos vida social de todo Myrdhin. Pero lo de que nunca aceptaba una negativa también era sabido por todos. No podía darle órdenes a Gavriela, y si quisiera podría negarse igual, pero ya que no tenía nada mejor que hacer (porque no tenía NADA que hacer), quiso aceptar la propuesta.

-No me gusta mucho el café. Pero si pudiese cambiar el ofrecimiento por un té, lo aceptaría sin dudarlo. No me gustan mucho los sabores fuertes.

Habían muchas cosas fuertes que no le gustaban. Los sabores, las personalidades, los carácteres, las sensaciones, las temperaturas... Era una muchacha sosegada, y sus gustos también lo eran. Incluso demasiado refinada a veces, a no ser que la situación requiriese lo contrario, como por ejemplo, si estaba haciendo un encargo de las reinas. Era refinada, y a la vez, perfectamente adaptable a todo. Así que, si para muchos tomar un tentempié con la Teniente General era una situación de alta presión, para ella sería sólo cuestión de adaptarse a su frecuencia.

La mujer sonrió levemente, sus labios de color cyan, se torcieron levemente hacia arriba, incluso enseño un poco los dientes.

-Por supuesto que si, mi capitán, me gusta disfrutar de un buen te..tengo varios sabores....-acto seguido, se volteo, haciendo que sus cabellos de igual color se movieran con intensidad, como si se tratara de un latigazo.

Ninive mantenía una policromia azul, porque así conseguía mantener su cruel frialdad, incluso en su maquillaje. No lo hacia por coquetería, era más una estrategia, para infundir miedo y respeto en todos sus interlocutores.

La mujer camino despacio, tenia cierta consideración al tratar con un superior suyo, sin embargo, no miro hacia atrás en ninguna ocasión. Una vez llegado al lugar, Ninive abrio la puerta y se hizo a un lado para dejar paso a Gavriela.

El despacho en si era bastante sobrio, a pesar del gran poder economico de la militar, no le gustaban demasiado las excentricidades y era de las que opinaban que no era el menor momento para gastar dinero en vez de contribuir a mejorar el pais.

Ninive se movió como pez en el agua en su territorio, dándole de nuevo la espalda a Gavriela, pero esta vez para prepararle un té.

-Tengo té verde y rojo ¿cual prefiere?

-Rojo. El verde es demasiado amargo para mi gusto. Con un poco de leche, si puede ser.

El despacho de Nínive tenía demasiado espacio libre. No es que le disgustase, de hecho el palacio era en cierto modo así, pero por lo menos los muebles eran más decorativos que en aquella habitación.

Gabriela se quitó el cinturón en el que llevaba su espada, un gran y elegante mandoble, para poder sentarse al otro lado del escritorio. Se había creado la típica leyenda urbana de que las reinas la habían hechizado para que fuese ligera e invencible en batalla. Realmente nadie sabía si eso podía ser siquiera posible o no, pero no se podía negar que para el tamaño que tenía era inusualmente ligera, de otro modo Gavriela no podría cargarla todos los días, aunque fuese por mero protocolo.

Se sentó y la colgó por el cinturón del respaldo de la silla. Esperó a que la Teniente General le sirviese el té. Seguro que se lo serviría por el lado derecho. La Teniente General parecía el tipo de persona que se sabía perfectamente el protocolo, por mucho que le gustase parecer superior a todo ser viviente.

Entonces fue cuando cayó en la cuenta de que aquella era una situación insólita.

Nínive era una persona perfeccionista, y no faltaría al protocolo. Le gustaba ser el centro de atención y respeto, pero en aquel momento, aunque estuviesen en su despacho, que Gavriela era una superior era un hecho. Se veía obligada a cambiar su posición en la pirámide de poderes a la que estaba acostumbrada dentro de aquellas cuatro paredes.

Quizás otra persona en el lugar de Gavriela se divertiría, regocijaría y regodearía. Pero ella sólo se limitó a pensar objetivamente en lo curioso de la situación, en el olor del té que empezaba a notar, y en la buena temperatura que hacía aquel día.

-Perfecto- respondió solamente la mujer de cabellos azules, dándole la espalda para perderle de vista durante unos segundos...

Pero..si tan poco podía soportarla..¿Por qué la había invitado? Ninive no tenia escrúpulos y a veces pecaba de hipócrita, pero lo que menos le gustaba era quedar en una posición inferior. Pero a veces se requería hacer un sacrificio, y el poder político no permitía excepciones, por lo tanto, Ninive a veces se veía obligada a arrastrarse por los suelos.

Ninive dio un leve respingo, seguramente rompiendo levemente el silencio que se había generado alrededor de ellas, apretó los dientes, aguantándose su rabia, enterrándola a lo mas profundo de su interior.
Una vez preparado el té, Ninive se giro sistemáticamente, con la tetera de porcelana negra con los bordes dorados, con una mirada serena y una sonrisa formal adornando su rostro. No pretendía hacerla verdadera y poco le importaba que Gavriela no se lo creyese, lo único que quería conseguir es que no viese su expresión de fastidio.

Y como debía ser Ninive le sirvió el té por el lado derecho, cosas de protocolo. Conocida era la perfección de la mujer, sabia que nunca se perdonaría no hacer las cosas sobresalientes. En un movimiento elegante se inclino y le sirvió el té.

-¿Así bien?-inquirió la militar, esperando unos escasos segundos para luego volver a su asiento.

-usted me ha dicho que nuestras queridas reinas se encuentran bien.... dígame por favor,¿tienen planes preparados?-Ninive formulo la pregunta con interés, a eso quería llegar-La verdad es que me gustaría tener una audiencia con ellas...se dejan ver tan poco....-Ninive tenia infinidad de cosas por contar..entre ellos contaba el acercamiento con Vatralon....

-Perfecto, gracias –dijo tras probar un sorbo del caliente y reconfortante té. Aunque en realidad era lo que esperaba de Ninive. La perfección, ni más ni menos.

Ante la pregunta que le planteó la Teniente General, Gavriela hundió la vista entre el líquido lechoso de su taza, ladeando ligeramente la cabeza. Planes… Normalmente las reinas no hacían muchos planes, y rara vez los compartían. Ellas solían esperar a que los planes llegasen a sus puertas en el momento exacto para tomarlos entre sus manos.

-De momento no puedo decir que planeen grandes cosas. Como sabes, hay mucho que hacer en el trasfondo de Myrdhin, en los edificios administrativos, las leyes, las licencias… Eso les está llevando más tiempo del que quieren, y no les gusta. Seguramente tienen planes para más adelante, pero no los mencionarán hasta que terminen con lo que ahora tienen entre manos… Aunque están buscando al mejor mago orfebre para hacerse sus primeras coronas, si eso cuenta como un plan. El pueblo no se conforma con ver tan poco a Sus Majestades, y cuando aparecen en público no tienen nada que las distinga como reinas… Siempre le dan prioridad a otras cosas.

Como por ejemplo la pobreza, el hambre, la orfandad… Las reinas están muy involucradas con su pueblo. Es el pueblo quien no se involucra con ellas.

-También tienen un ojo puesto en las jóvenes doncellas del reino. Pronto será Ymbolg, y alguna de ellas pasará a vivir en la corte.

No se había atrevido a preguntar, pero tenía una vaga idea de por qué las reinas “adoptaban” de aquella manera a jóvenes de todo el reino, bajo requisitos que sólo ellas conocían.

-Por cierto, si tienes alguna sugerencia, seguro que Sus Majestades la tendrán muy en cuenta, viniendo de ti. Respecto a las niñas o a cualquier asunto que te parezca conveniente.

Era una nación joven, un pueblo nacido de la revolución. Tal vez lo único que les unía a todos era la marginación que habían sufrido por parte de sus hermanos y la magia, pero nada más. Pieles, culturas e idiomas se mezclaban, formando un conjunto multietnico y heterogeneo. Desde luego habia que hacer algo para que los ciudadanos sintieran pasión y devoción por el estado que los cuidaba y por supuesto las reinas. Tenia que aflorar el sentido monárquico en sus corazones y subyugar sus mentes a esa idea, Ninive se rasco la barbilla pensativa.

-Entiendo, apenas llevamos unos años de existencia-reconoció algo fría y arcaica, pero comentándolo como si hablara del tiempo, más en el fondo había una evidente resignación y preocupación ¡estaban expuestos a muchas cosas!-Admiro a nuestras reinas, se están esforzando mucho no obstante-hizo una leve pausa y dio un sorbo a su taza- si requieren ayuda y consejos, siempre pueden recurrir a mi-agudizo más su mirada en la capitana-Ojo, no digo que usted sea una inútil, se sabe de sobras que usted asesora bien a nuestras majestades, pero tenga en cuenta que yo vengo de una familia de comerciantes, tenemos labia para manejar estos asuntos y bastante agudeza mental.-comento esta sin intención de esconder el orgullo que sentía.

Se acomodo en su asiento y pensó durante unos segundos en Ymblog, aunque la verdad no le interesaba mucho el tema, además de que ella ya era "vieja" para esa festividad. No le solían gustar las celebraciones, le parecían una perdida de tiempo.

-Necesitamos una buena propaganda, mi señora-comento esta con una sonrisa felina en los labios-Obviamente, las reinas no deben mostrarse muy a menudo al publico, porque son seres especiales, coronados con la gloria de la revolución y si no todos saben de su aspecto, el misterio jugara a su favor-hizo un suave movimiento con la taza de té, el liquido se balanceaba suavemente, en la cabeza de Ninive ya estaba empezando a trazar cosas. Deseaba acaparar el máximo poder posible y que el pueblo besara el camino por donde pisara ella, pero por otra parte detestaba la sola idea de tener una nación de burros. Por una vez Ninive deseaba desarrollar una poderosa labor social que, al final, jugara en favor del reino.

-¿Sabe? Tal vez me precipite pero deseo que Myrdhin sea la nación más avanzada que exista-confeso complacida- Que el hambre y la pobreza no existan, que no haya ladrones merodeando y eso solo se puede conseguir de dos formas, la primera es bastante drástica, que es, exterminar a toda la chusma y la otra es "la cultura", la cultura en el nombre de las reinas, que todos los habitantes de este reino tengan acceso a la educación, a la sanidad, si, así ellos amaran a las reinas...más, es un difícil camino ¿como están las arcas del reino?.

Y también estaba....

-Imitar un modelo tecnológico parecido al de Vatralon, y eso solo se puede conseguir haciendo lazos con el otro reino-suspiro-Con todos estos avances ¿quien necesitaría dioses?-sonrió maliciosamente-Callaríamos muchas bocas desde luego y demostraríamos la inexistencia de estos entes imaginarios-comentó con desdén.

-Es curioso, Ninive, pero tenéis un modo de pensar muy parecido al de sus majestades -dijo con una sonrisa tierna al pensar en sus niñas, tomando otro sorbo del delicioso té.

-Las reinas están haciendo planes con respecto a la educación. Nuestra raza es más antigua de lo que se cree, Ninive. Grandes figuras del pasado, objetos de leyenda, pueden haber sido magos. De algunos estamos más seguras que de otros. La mayoría están envueltos en puro misterio. Quieren desentrañar esos misterios y aprender de ellos. Es muy posible que esas personas dejasen valiosos conocimientos detrás de sí, y las reinas ansían ese conocimiento. Entonces podremos enseñárselo a generaciones futuras, crear una raza cada vez más fuerte, consciente de sus raíces y su procedencia. Pero para ello se necesita tiempo. Tal como sospechas, las arcas están medio vacías. Todos los días acuden a nosotros nuevos ciudadanos, muchos de ellos pobres y medio muertos de hambre, esperando que las reinas les den un hogar. Y de momento eso es lo que hacen. Quizás en un par de años se puedan empezar a construir auténticas escuelas, pero ahora mismo no.

No era propio en Gavriela hablar tan largo y tendido, pero era un tema que lo merecía. Le fascinaban los antiguos magos. Sabía que las reinas querían incluso enviar partidas de exploradores a ciertos enclaves. Oh, cuánto desearía poder ir ella misma.

-Vatralon... Es sumamente difícil negociar con ese reino. Nunca quiere dar ni un ápice más de lo que recibe, y aliarse con Myrdhin le supone la separación con Avisnia, lo que sería un duro golpe para su comercio externo de metales preciosos. Pero Ninive, ¿se te ocurre algo que podamos darle al rey Cross a cambio de su avanzada tecnología? No precisan de la magia, eso está claro y completamente descartado, y no tenemos mucho más que ofrecer...

El té se le estaba enfriando, así que lo apuró hasta que sólo quedaron los posos.

La mujer se quedo pensativa.

-Es un pais muy atrasado, en realidad. Hay mucha pobreza y los ladrones reinan la calle-alzo su mirada en el techo, quedandose más pensativa-más supongo que al rey le conviene que sea asi, por lo tanto, no podemos ofrecerle alfabetización a su pueblo-se detuvo unos segundos-TSK, si ni siquiera tenemos para nosotros mismos-susurro asqueada. Sin decirlo, le estaba dando la razón a Gavriela. Por una vez, la despótica y desagradable hechicera estaba dando su brazo a torcer y no parecía afectada por ello. ¿Por qué? tal vez porque estaba con la persona indicada. sabia que Gavriela no se regodearía de ello y después lo difundiría...

-¡ja! Tal vez mi señora, pero tenemos fines diferentes, mientras nuestras reinas tienen intenciones nobles, las mías simplemente son presumir de pertenecer a una potencia superior- Y así era. Ninive quería a toda costa pertenecer a esa raza superior, mirar con desprecio a los demás. Siempre, siempre se había considerado alguien única e incomparable.

Mientras, escuchaba lo que la capitán le decía ¿Seria posible? En el semblante de la mujer se vislumbro interés...

-Si termináis haciendo esas campañas, me gustaría ser participe, mi señora-confeso esta sin aguantarse las ganas. Aun le quedaba tanto por saber....

Y finalmente, quedaba solucionar los propios asuntos internos. La cosa no estaba para tirar cohetes, el pueblo no tenia hambre, pero sufría falta de otras cosas básicas. Era un país joven, recién nacido, sin apenas unas arcas reales reseñables...Esta frunció el entrecejo, en su mente se estaba formando una idea cargada de deber a la patria, algo que, le estaba costando asumir, pero que debía escupir cuanto antes, se incorporo suavemente y miro a Gavriela.

-Mi señora, me sacrifico por el pueblo de Myrdhin-recito sumamente seria y con un tono neutro-renuncio a mi mansión, por otra más modesta y pequeña. Tengo dos criadas, dono una para los servicios del gobierno. Así mismo, solicito que se me reduzca la paga a la mitad. Total, no gasto mucho y si paso apuros siempre puedo contar con el apoyo de mis familiares. También me ofrezco como responsable de crear un programa propagandístico en beneficio de las reinas.

Al escuchar el esfuerzo que Ninive estaba dispuesta a hacer, Gavriela se quedó un par de segundos callada. Si se la miraba atentamente, o si se la conocía bien, no sería difícil darse cuenta de que estaba sorprendida. Gratamente sorprendida, de hecho. Seguramente nadie estaría dispuesto a sacrificar parte de su bien ganado sueldo para que unos niños pobres pudiesen tener una escuela o un profesor.

Gavriela sonrió, más alegre de lo habitual.

-Haré saber vuestros deseos a las reinas. Estoy segura de que estarán complacidas con vuestra decisión, y que harán buen uso de los recursos que cedéis al reino, al cual está claro que amáis por encima de vuestras propias preferencias y comodidades. Este gesto no será en vano, y yo misma me encargaré de ello... -Eso contando como si las reinas no lo supiesen ya, claro. Tal maravillosa actitud, podría valerle a Ninive otro ascenso en menos tiempo del que esperaba- Oh, sería tan maravilloso que más nobles y militares renunciasen a parte de su pensión... ¿Os imagináis la cantidad de cosas que podrían hacerse con ese dinero? Tener un sistema de educación propio no sería un proyecto tan lejano.


-Por otro lado... ¿Qué clase de programa propagandístico tenéis en mente? Por supuesto, después de vuestro sacrificio, será el reino quien corra con los gastos de propaganda, sean los que sean.