Brillante y Turquesa

Era uno de los pocos días libres de Gavriela, y ese día, por extraño que fuese, tenía pensado algo que hacer. En ese momento iba vestida de civil, con sus habituales verdes y turquesas en las ropas, con encajes y transparencias. La ropa ligeramente atrevida se había hecho muy característica de Myrdhin, pero los tejidos delicados y finos le habían gustado desde siempre. Telas transparentes y vaporosas, dando un bonito volumen a sus prendas. Siempre que se vestía así, parecía una delicada dama de alta cuna. A Gavriela le encantaba vestirse de civil.

Sin embargo el motivo de su visita a la ciudad no tenía nada que ver con su vida de civil. Se dirigía al taller de un reputado artesano, especialista en metales y orfebrería. Su ate era digno de admirar, y por ello había recibido el privilegiado encargo de las reinas, de crear sus primeras coronas. Gavriela quería asegurarse de que todo iba bien, aunque no se limitaría a eso.

Cuando llegó a la dirección indicada, se encontró con un taller bastante grande. Estaba segura de que era más grande de lo normal, pues la mayoría de las construcciones de Myrdhin eran pequeñas y modestas, ampliándose poco a poco con el tiempo. Sin duda, eso decía mucho del propietario.

Entró con su típico paso lento pero decidido, haciendo sonar una campanilla colocada sobre la puerta, y al verla observó que era de finos tubos musicales de metal. Miró todo cuanto la rodeaba. Los objetos en exposición, desde pequeñas joyas hasta grandes cuadros. Era casi mediodía, y la luz entraba a raudales, arrancando maravillosos destellos de colores de los cristales y las gemas por toda la estancia. En estanterías, los materiales cuidadosamente guardados y clasificados. La mesa por la que el artesano atendía a sus clientes, limpio y ordenado. Ni siquiera parecía un taller de verdad, de lo cuidado que estaba. Allí esperó a que la atendiesen, segura de que la campanilla había avisado de su llegada al hombre al que venía a ver.

Había sido un día bastante ocupado, estaba continuando el trabajo en las coronas de las reinas, trabajo que hace poco le fue encargado por ellas en persona, realmente todo un honor para él como artesano ser recibido por sus majestades y serle confiado tan importante labor. Rouward estaba entusiasmado por su labor, su pasión siempre ha sido el de darle forma a cualquier material para crear algo único, algo perfecto, algo que alimente la mirada de quién lo ve y alegre su día. Por ello ser considerado por sus majestades como uno de los mejores en su area en todo el reino era algo que no podía explicar.

En Imberlia su antiguo hogar nunca hubiera tenido tal reconocimiento, pesé a que tenía una vida tranquila ahí, el no tener el reconocimiento suficiente no le agradaba nada, pero ahora siendo bendecido por aquél tan importante encargo de sus majestades lo llenaba de dicha. Ese tenía que ser su mejor trabajo, una pieza de arte digna de sus portadoras, tenía que representar al reino y a ellas como líderes de este, era un reconocimiento, era un distintivo, por ello tenía que ser por demás perfecto, la perfección lo era todo para él, así que dedicaría todo el tiempo que tuviera para poder hacer algo digno.

El trabajo iba bien, usaba sus mejores materiales de la mejor calidad para ambas coronas, a tal punto de no importarle el costo ni un rango superior, solo quería la aprobación de sus majestades y el reconocimiento de ser el mejor en su trabajo, por ello debía ser todo como antes mencionado, todo perfecto.

Estaba tan entrado en su deber, pero no descuidaba su taller que le costo tanto trabajo sacar adelante, ahorrando lo suficiente como para hacer un local grande, donde todo el mundo pudiera ver su trabajo y admirarlo, estaba orgulloso de él, era lo que soñó para darle la vida que merece a su hermana mejor la cual adora y para si mismo, así que era un sueño realizado.

El deber lo era todo así que cada que tenía un cliente organizaba todo para tener sus pedidos con tiempo y de calidad, hablando de clientes, mientras el joven de cabellos turquesa continuaba con su trabajo, escuchó el sonido de la campana que adornaba la puerta, al parecer un cliente había llegado, dejo su trabajo con cuidado en la mesa y se dirigió al lugar donde atendía a los clientes, fue cuando la miró, era aquella chica que había visto con las reinas, era nada más ni nada menos que la capitana del ejercito y encargada de la seguridad de las reinas, estaba en su taller, pero no vestía su acostumbrado uniforme, si no ropa de civil, el ojo de Rouward era bueno en lo que a belleza se refería, así que no tardo en percatarse de la belleza tan fina que adornaba a la chica, claro no era la primera vez que se percataba de ello, cuando la vio aunque fuera poco también miró su belleza aún con ese porte autoritario y esa mirada enigmática, misma que llamó la atención del chico.

Le sonrío amablemente.- Bienvenida, No esperaba verla por mi taller, ¿A que se debe su visita? - Pregunto con algo de curiosidad.- Tal vez este interesada en como va el trabajo de las coronas de sus majestades, es una suposición, perdóneme si me equivoco.- Sonrío suavemente.

-Así es -contestó con leve asentimiento de la cabeza acompañando a su suave voz, sin sorprenderse de que el artesano la hubiese reconocido, pues muchos en Tara la conocían por su importante cargo, aunque pocos de ellos tenían el placer de su compañía en alguna ocasión, aunque tan sólo fuese por encargos o negocios-, me gustaría saber cómo avanza el encargo de Sus Majestades.

La noticia de que Rouward, el joven artesano proveniente de Imberlia, sería el encargado de hacer las coronas de la reina, estaba en boca de todos. Especialmente en las altas esferas y la nobleza. Sin duda, el joven conseguiría buena reputación y muchísimos futuros encargos a partir de esto.

-Espero no molestar. En realidad sólo pregunto por curiosidad, no quiero que tenga la sensación de que le estoy pidiendo que se dé prisa. Como sabe, tiene tiempo para hacerlo como quiera. A las Reinas tampoco les gustaría interferir en sus otros quehaceres.

Observo a la dama quién le hablaba y le sonrío de forma amable, estaba complacido de tenerla de visita en su negocio, no era de extrañar que ella buscara saber como va el trabajo encargado, al fin y al cabo era un trabajo muy importante y debía quedar lo más perfecto posible.

Se quito los lentes de trabajo que usaba, los cuales los tenía en su frente, los dejo amarrados a su cinturón de herramientas, con un trapo limpio se limpió las manos y después se tallo ligeramente los ojos para descansarlos y volvió su mirada a la capitana.

- El trabajo va muy bien, ya lo tengo bastante avanzado, pero tengo que hacer, usted sabe los típicos ajustes, los acomodos necesarios para dar el acabado final, si todo marcha según mis cálculos puede que termine en unos dos meses y si es posible menos.- Suspira complacido.

- Ha sido un trabajo que me ha dedicado todo el tiempo, pero bien vale la pena, no es por presumir pero creo que se esta construyendo una de mis mejores piezas en toda mi experiencia en este negocio.- Terminó con una sonrisa, seguro de sí y prosiguió.- Claro, no me molesta en lo absoluto es normal que usted y sus majestades les interese saber como va tan importante trabajo, así que puede ir con la seguridad de que todo va a la perfección.- Dijo sereno.- Ah claro, usted vino por curiosidad, pero he de imaginarme que tiene algo más que agregar a su visita, o me equivoco?- Dijo tranquilamente y con una sonrisa suave, a él le daba curiosidad saber cual era el verdadero motivo de la visita de tan bella dama, sabía que el estado del trabajo era lo primordial pero no podía dejar de pensar en ese "pregunto por curiosidad" tal vez estaba en lo incorrecto respecto a un motivo oculto, pero siempre servía para intentar iniciar una conversación.

-No, no se equivoca -dijo con una sonrisa casi imperceptible. De hecho quizás sólo sería capaz de verla la gente que conocía bien a Gavriela, pues ella no sonreía con los labios, sonreía con la mirada.

Dicho esto, dejó sobre el mostrador unos guanteletes viejos y gastados. Eran de cuero reforzado con hierro, bastante rudimentarios, sin placas para proteger los dedos, y estaban bastante mellados por todas partes. Había una tosca filigrana que decoraba los bordes, y ese era su único ornamento. Aquellos habían sido los protectores que había llevado Gavriela durante la guerra. Les tenía cariño, y hasta ahora nunca se había separado de ellos desde que los obtuvo, pero no eran apropiados para vestirlos para guardar a las reinas todos los días. No podía dar ese aspecto desaliñado y pobretón ante las visitas y las recepciones.

-Necesito unos nuevos. Unos acorde a mi estatus y mi posición junto a las reinas. Que sean bellos e imponentes a la vez, como Sus Majestades, pero sin opacar su presencia, sino complementándola -explicó tan brevemente como pudo-. Por supuesto, no quiero que este encargo retrase el de las coronas. Y por si tiene dudas, el dinero no será un problema.

El joven de cabellos turquesa, tomó el par de guanteletes y los miró con atención, era un diseño rudimentario, claramente no apropiado para una dama como lo era ella y ciertamente para un caballero ya era bastante obsoleto, se miraban gastados, se notaba que han de a ver sido muy usados en batalla, el cuero con el que estaban hecho pese al desgaste y el tiempo, seguían siendo bastante resistentes, se podía observar que en su momento fue un trabajo limpio y bien hecho, una pieza interesante para los ojos del artesano, trabajar haciendo algo que supere el trabajo original era un reto que el joven estaba dispuesto a hacer.

- Me complace ver su interés en mi trabajo, como para poder hacerle unos nuevos guanteletes, por supuesto no me voy a negar a este pedido, aunque tardaran un poco en lo que termino con lo de sus majestades.- Miró con atención el material y las coseduras.- Interesante pieza tenemos aquí... es bastante fina en lo que a términos de durabilidad se refiere... será un reto superarlos, pero no es imposible.- Le sonrío seguro de si a la capitana.- Pues en vista de que tengo un nuevo trabajo, no estaría de más adelantar un poco de este.- Saco de su cinturón un cinta especial para medir, como buen artesano tenía una bolsa pegada a aquél cinturón dónde tenía sus herramientas a la mano para no tener que perder tiempo en buscarlos.- Necesitaré las medidas necesarias y hacerle unas preguntas, si me lo permite quisiera que me acompañara para poder tomar bien las medidas.

El joven abrió una pequeña puerta que daba paso de la barra dónde atendía a los clientes y su taller, el fin era llevarla a una pequeña sala detrás de su taller dónde se ponía a charlar con sus clientes de manera más formal sin la rudimentaria herramienta adornando el lugar.

Según atravesaban la estancia, Gavriela lo observaba todo con curiosidad. Los brillos y reflejos de los objetos y las piedras la maravillaban.
Llegaron a un lugar más íntimo, con una mesita y unas sillas que invitaban a la charla. Según las indicaciones de Rouward, Gavriela se sentó y se acomodó. Él todavía llevaba sus guanteletes, que si bien quería cambiarlos por otros nuevos, pensaba quedárselos de todos modos. Con ellos puestos había ganado una guerra, y no podía desprenderse de ellos.

Por otro lado era la primera vez que le hacían medidas para su equipamiento. Siempre había usado cosas de segunda mano o fabricadas con antelación, y por eso aquellos no se ajustaban del todo a sus brazos.
Después de todo, había sido un ejército improvisado el que había ido a la batalla.

-¿Usted por qué se unió a la revolución? -preguntó, mientras Rouward trasteaba entre sus cosas antes de tomarle las medidas. No era una pregunta habitual, pero fue lo primero que le vino a la cabeza para iniciar una conversación, y si pudiese sería la pregunta que les haría a todos y cada uno de los magos de Myrdhin - ¿Por qué dejó su hogar por una promesa que nadie sabía si se cumpliría?

Guío a la joven al pequeño lugar dónde atendía más a profundidad a sus clientes, la intención de Rouward era tomarle medidas y saber sus gustos para darse una idea de como hacer el pedido de ella lo más perfecto posible.

Buscaba entre sus cosas un cuaderno de dibujo, un lápiz, cintas para medir, entre otras cosas, las dejo sobre la mesa y procuraba no desordenar el lugar, luego teniendo todo listo se acercó a la mesa para empezar, fue entonces que escuchó la pregunta de la capitana, realmente le tomaba por sorpresa, no era una pregunta muy común pero era algo que estaba ahí y que podía contestarse.- Oh, lo que me pregunta es algo que debo contestar con cuidado, le parece si antes de contestar nos ponemos cómodos? - Le sonrío sereno, la verdad no tenía gran cosa que contar, pero sus motivos era algo que quería contar con calma.- ¿Le apetece un poco de té? Hace poco mi hermana me trajo un té rojo que le habían regalado y no esta demás compartirlo. Y si le apetece un bocadillo, igual tengo unos pastelillos caseros muy deliciosos.- Río suavemente y espero la respuesta de la joven.

Gavriela no quería incomodarlo con su pregunta, pero parecía haberlo hecho. De todos modos le gustaría que le contestase, pero no le podía obligar. Era un tema que le gustaría hablar con la gente. Conocer los motivos de los demás. Ella no tenía muchas más opciones cuando se unió a las niñas reinas, así que esas historias le atraían mucho.

-Sí, me gusta mucho el té -dijo con una muy suave sonrisa, eran de los pocos placeres de la vida que le quedaban de su vida anterior y que seguía apreciando-. También me gustan los dulces. Le agradezco la invitación y la aceptaré con mucho gusto -hizo una leve y humilde inclinación de la cabeza, reflejo que aún no conseguía abandonar de su educación en Avisnia.

-Disculpe si mi pregunta le ha molestado. No tiene por qué contestar si no quiere o si le incomoda -dijo después mientras el mago se disponía a preparar el té.

Al ver que ella acepto y preparó el té, no tardaba mucho en hacerlo así que no le tomo mucho tiempo regresar con un par de tazas lo bastante lindas a la vista al igual que la tetera, las cuales eran trabajo de él, leche, azúcar y un par de esos pastelillos, los traía en una bandeja de plata y los dejo encima de la mesa y le sirvió el té.

- Espero le guste, el té promete ser muy buena y los pastelillos caseros de mi hermana son una delicia.- Guiñó su ojo de color azul grisáceo en símbolo de aprobación.- Respecto a su pregunta, no me molesta contestarla, pero si es algo fuera de lo común, como usted sabe la gran mayoría de los que vivimos en Myrdhin tenemos motivos por los cuales creímos en esta causa y por lo cual nos unimos, muchas veces es el rechazo el que junta más a las personas cuyos ideales se llegan a parecer en un cierto punto.- Tomó una pequeña pausa para saborear el té, después prosiguió.

- Los motivos que me orillaron a unirme a los magos datan de cuando yo vivía en Imberlia, hace como unos 7 años, yo trabajaba en la posada de mi familia, junto con mi hermana menor, no tenía gran problema ahí, mi vida prometía ser lo bastante agradable, pero, al empezar a manifestar los poderes característicos de los magos pues el asunto me preocupo un poco, más al ser mi hermana quién también manifestaba lo mismo, decidimos guardar el secreto un poco más, luego se vino la revolución y pues al sentirnos solos en esto, al saber de ello, tuvimos más confianza en aceptarnos e intentar que nuestros familiares nos aceptaran, lamentablemente no funciono en un principio así que primero decidí unirme yo a la causa, intentar buscar una forma de hacer entender a los demás que no tenía caso el odio, si no la aceptación, así que me vine aquí a intentar buscar un lugar, al lograrlo regrese por mi hermana y por suerte después del tratado de paz entre ambos reinos, fue más sencillo convencer a mis padres de que nos aceptaran, así que me traje a mi hermana aquí y actualmente estamos bien después de mucho trabajo. Así, que en conclusión me uní a todo esto por mi hermana, por intentar buscarle una buena vida y que ella no sufriera.- Volvió a darle un sorbo a su bebida.- Soy solo un hermano sobre protector, esta más que claro.- Río ligeramente y miró a la capitana.- Si me permite preguntar... ¿Cuales fueron sus motivos para dar inicio a todo esto y ayudar a nuestras reinas a formar el reino?

Era un hermano protector. Hubo una época en la que Gavriela también había tenido un hermano...

El té estaba delicioso, tal como había prometido. Lo tomaba con un poco de leche y dos terrones de azúcar, como era costumbre en ella. Cuando le preguntó por sus motivos, se quedó un momento mirando la opaca superficie del líquido de su taza, meditándolo.

No le gustaba en absoluto hablar de su pasado. De hecho nunca lo había hablado con nadie antes. Olalla y Mireia sin duda lo conocían, pero ella no tuvo que contarles ni explicarles nada. Simplemente lo sabían.

-Las reinas me encontraron, un día que nevaba. Me pidieron que me uniese a su causa, y yo simplemente acepté. Tenía muchos motivos y a la vez ninguno, pero tampoco tenía muchas más opciones -dio otro sorbo al té-. Por supuesto, no estoy diciendo que me arrepienta de nada. Sólo fue así.

Escuchar aquello último lo dejo con curiosidad, ¿Por que estaba ahí mientras nevaba? ¿Que motivos la obligaron a aceptar aquello? ¿Quién era antes de todo lo ocurrido? Sin duda muchas preguntas que quisiera hacer pero las respuestas no eran nada fácil de contar y por ver la reacción de la capitana, no quería responder más allá de lo que había dicho, así que mejor no indagar más, pero esa esencia tan misteriosa que rodeaba su pasado le llamaba la atención.

- Claro, a estas alturas nadie se arrepiente de lo que haya pasado en el pasado, este reino promete un cambio favorecedor y una evolución en lo que a futuro se refiere.- Le sonrío.- Sean cuales sean sus motivos, usted esta aquí y hace un gran trabajo, es algo de admirarse, no cree? - Comió un poco del pastelillo y le dio otro sorbo al té.- Eso me pone a pensar, todos tenemos motivos por los cuales estamos aquí, con ello tenemos algo en común, nos unimos como una raza pese a provenir de otras, por eso... Tampoco me arrepiento de lo que haya hecho y de lo que hago actualmente.- Concluyo aquello, tampoco podía gastar el valioso tiempo de la capitana en sus observaciones sobre el reino, aunque era de por si interesante saber más de todo eso.- Ahora que estamos hablando de nuestros motivos... ¿Por que no me comenta también sus gustos? Eso eventualmente ayudaría al diseño de sus nuevos guanteletes.- La miró.

-Claro, tiene sentido... -dijo dándose cuenta entonces, de que en realidad nada era tan sencillo. No podía pedirle a alguien que hiciese un trabajo sin darle unas directrices, y eso parecía ser de sentido común, pero se acababa de dar cuenta ahora.

-Veamos... Me gustan las aves, las plumas... Y esos motivos entrelazados y geométricos, tan complejos, y que aparentemente se han puesto tan de moda en nuestro joven reino. Me fascina su complejidad tan sencilla... Oh, claro, es que me gusta la sencillez... -le resultaba un poco difícil centrarse en aquella pregunta, porque nadie le había preguntado antes por sus gustos. De algún modo cuando recibía un regalo de las reinas, ellas sabían que le iba a gustar y eso era todo. Se miró sus propias ropas, y la taza de té que tenía entre las manos, tratando de descubrir qué era lo que le gustaba de aquellas cosas. Por qué había elegido aquel vestido. Por qué prefería el té preparado de aquel modo.

-Ah... -dijo como si acabase de darse cuenta, con un deje de alegría, como si estuviese ante un gran descubrimiento, pero con su calma habitual en su voz suave. Entonces levantó la vista hacia su interlocutor, mirando un poco por encima de sus ojos, directamente al cabello- Mi color favorito... es el turquesa.

Escuchaba atentamente a la capitana, anotaba en su cuaderno lo que ella dictaba y empezaba a construirse una idea de lo que ella quería, al parecer ella pese a todo lo sucedido conserva un poco de esos gustos propios de Avisnia, pero ya tenía influencias de este nuevo reino, le llamaba la atención así que miraba divertido como ella "buscaba" algo más que decir, tal vez le era un poco difícil saber exactamente que decir, tal vez por que le gustasen muchas cosas o por el contrario fueran pocas en ese momento le parecía adorable.

- Ah claro, esos motivos varios clientes me han hecho pedidos a base de ese tipo de diseños, por suerte ya estoy familiarizado así que no habrá problema en hacerlo, tiene un buen gusto, hay clientes que son muy exigentes y piden cosas tan sencillas como una jarrón a que le ponga de todo tipo de cosas.- Siguió abocetando en su cuaderno ideas vagas sobre lo que le gustaba a la joven cuando escuchó su color favorito, entonces miró como la suave mirada de ella se dirigía a su colorido cabello y dejó salir una risita suave.- Perdone, es que me pareció curioso el color y la fijación a mi cabello, tal vez uno de los principales materiales que use en su pedido sea un trozo de mi cabello, sería interesante no? - Bromeando un poco y mirándola entretenido, ella a su parecer no era tan seria como aparenta.

Se sonrojó muy levemente, pero debido a su piel tan blanca, era bastante visible. Le daba un poco de vergüenza haber sido tan obvia al admirar el cabello del joven.

-... No creo que usar su cabello para mis protecciones sea adecuado -explicó en voz baja, como casi siempre, mirando la taza de té-. En Avisnia, mi antiguo reino, es una creencia antigua que si los soldados que van a batalla llevan un mechón de cabello de la persona que aman, les dará suerte y protección... Así que no creo que deba usar su cabello en este caso.

Así era como lo creía. Si no tenían ningún tipo de vínculo más que de negocios, era ilógico que ella llevase cabello de Rouward en las posibles batallas futuras. Un simple esmalte turquesa en las decoraciones sería más adecuado.

El joven al escuchar aquello no pudo evitar reírse y ruborizarse por la explicación de la señorita, la miro divertido y sonriendo de forma un poco juguetona, suavizó su voz y posó su brazo en una pierna y descansó su cabeza de su mano.

- No me mal entienda, solo estaba bromeando, al final termine riéndome, perdone, no sabia de esa costumbre, pero me parece algo lindo...- Se quedó un tanto pensativo al terminar esto y tomó rápidamente su cuaderno y volvió a abocetar en el, la idea de costumbres, batallas, suerte y algo de la intención romántica le estaban dando mas inspiración, al terminar de abocetar más ideas vagas, volvía a intercambiar su mirada con su contraria.- Me has dado mas ideas, se lo agradezco, uhm sabe... Por que no me cuenta algunos recuerdos que le gusten, seria de mucha ayuda, claro si no le molesta.- La señorita le había parecido muy linda con sus reacciones y le daba la curiosidad de saber un poco mas de ella.

No se le pasaban por alto las miradas coquetas y las risas un tanto sensuales del orfebre. Si se basaba en los cánones estándar de la sociedad, estaba segura de que Rouward resultaba muy atractivo. Pero si le preguntaban su opinión, seguramente no sabría qué contestar. Nunca había podido plantearse qué cosas le gustaban y cuáles no en una persona.

¿Recuerdos que le gustasen? No podía decir que tuviese muchos. Sin duda su favorito era el del día en que Sus Majestades la habían encontrado. Aquel día nevaba. Recordaba vívidamente la primera vez que le dieron un plato de comida caliente, aquella misma noche. Le dieron uno, pero finalmente comió tres, pues había estado dos días sin probar bocado, y a pesar de que era un caldo un tanto insípido y sin apenas ingredientes (estaba segura de haber contado cinco pedacitos de patata en cada plato) de una posada de mala muerte, le supo a gloria. Como el amanecer tras la noche más larga del año.

Pero por alguna razón, no se atrevió a contar aquel recuerdo. Y se quedó pensativa y en silencio, hasta que dio con uno adecuado.

-Recuerdo las tardes de primavera, en el jardín de la casa familiar. Mi madre solía contarme cuentos y leyendas de la antigua Avisnia, mientras contemplábamos las carpas de nuestro estanque. Eran enormes y hermosas… -seguía mirando la taza fijamente, acariciando el asa con la yema del dedo pulgar- Dicen que cuando una carpa consiga remontar el río Orbe desde la desembocadura hasta el nacimiento, se convertirá en dragón… Mi padre tenía un tatuaje de un dragón… Mi hermano tenía uno de una carpa…

Se le estaba haciendo un nudo en la garganta, y decidió tomar un trago de té para deshacerlo y disimularlo. Ahora recordaba que también le gustaban las carpas. Y en la que había sido su casa, no quedaba ni siquiera eso.

Se quedaba atento a las palabras y gestos de la la capitana y con tranquilidad plasmaba en papel más ideas, en su parte eran carpas, diseños geométricos los cuales le gustaban a ella, plumas, le ponía un énfasis a aquello, claramente la influencia del reino natal de la dama era debido a ello, puede que conserve algo de cariño por aquél lugar pese a todo, por eso mismo, por los mismos recuerdos alegres, de igual manera el tenía ese mismo cariño por su madre patria, pesé a la indiferencia de los suyos y a los malos ratos y el esfuerzo por sobresalir, conservaba recuerdos lindos de su familia, de la posada dónde vivía y las tardes con sus amigos.

Dio un suspiro suave y mostrando melancolía pero con cierto gusto, no todos los días sentía cosas así en una "charla de negocios", probablemente podría preguntarle más cosas acerca de sus recuerdos... Pero ¿Sería correcto?

- Sabe, tengo la ligera sospecha que usted todavía conserva ese cariño a su reino de procedencia, no quiero decir que sea del todo cierto, esa es la impresión que me da, al menos yo conservo aquello y muchas de las cosas que me gustan provienen de ahí.- Sonríe suavemente, deja sobre la mesita el lápiz y le pasa su cuaderno de dibujo.- Si quiere puede echarle un vistazo, tal vez todavía no tenga un diseño preparado, pero he estado dibujando algunas cosas en nuestra conversación que servirán de mucho.- A parte de lo antes mencionado, en el dibujo venían bocetos de la misma Gavriela, entre los cuales estaban sus manos sosteniendo la taza, sus brazos y un parte de su vestuario, ella misma le servía de inspiración.

-Su impresión no puede estar más errada -dijo paseando la vista por los dibujos de la libreta que Rouward le había pasado. Por alguna razón salía ella misma, y eran retratos bastante buenos, pero no se imaginaba por qué. Quizás quisiera usar los dibujos de su cara y cabeza para luego hacer algo con ellos. Entonces pensó que también debería pedirle una visera nueva, pero eso sería más adelante. Le encantaban los motivos de carpas entrelazadas.

-Tengo buenos recuerdos del que una vez fue mi hogar, y de la que una vez fue mi familia cercana -levantó la vista, más seria que antes, se le notaba el rencor reprimido-. Pero sólo guardo recuerdos nefastos de ese maldito reino que... -Estaba a punto de hablar más de la cuenta sobre ella misma, y normalmente no hacía eso, así que se detuvo, suspiró, y le devolvió el cuaderno- Me gustan sus ideas. Las carpas son hermosas.

El artesano había hablado de más, su intención no era incomodar a la joven capitana, solo esa impresión le dio, debido a esto se rascó detrás de la cabeza y miraba su taza de té en lo que ella miraba su cuaderno.

Escuchaba atento todo lo que decía, sobre lo nefastos recuerdos del que fue su reino de procedencia, ese deje de rencor al hablar de ello. Con ello más se preguntaba, que cosas la orillaron a odiar tanto Avisnia, que le había ocurrido, muchas cosas rondaban por su cabeza, claro esta, no era el momento de preguntarlo, si ella cambio de tema era por algo, el artesano suspiro y tomó un sorbo de té, recogió el cuaderno que ella le entregaba y lo puso sobre la mesa.

- Bueno, no hay necesidad de hablar de cosas que no nos gusten, así que tómelo con calma, me disculpo por entrometerme.- Sonrío de la mejor manera para regresar el ambiente de hace un rato, sin tanta tensión.- Que bueno que le han gustado las carpas, planeo usar algo por el estilo en su pedido, seguro le gustaran, el motivo de dibujarla a usted es que tengo que visualizar como le quedaran los guanteletes, para que usted sea la única que pueda usarlos.- Terminó el delicioso pastelillo y dio un último sorbo a su té.

-Entiendo... -daba igual que la explicación de Rouward sobre los retratos fuese verdadera o no, a ella le pareció lógico y se lo creyó igual.

Ella también apuró los últimos tragos de té, y dejó la taza vacía y el platillo sobre la mesa. Todo había estado delicioso. Tendría que pedirle a las reinas permiso para encargar dulces a la hermana de Rouward, después de todo, era su empleada.

-Bueno, como supongo que no me podrá dar una fecha de entrega, puede enviar a un mensajero a verme en cualquier momento... Al igual que si necesita algo más -dijo, dando por finalizada la visita. O al menos eso suponía, ya que parecía que no quedaba nada más que decir del encargo que venía a hacer.

Cerró el cuaderno de dibujo y lo guardo en su maletín. Estaba bastante animado, había tenido una buena platica con la joven, agradecía poder conocerla un poco más a parte del semblante que siempre tenía, le gustaba entablar conversaciones interesantes con sus clientes, conociéndolos más podía hacer mejor su trabajo, la capitana no era una excepción, la platica había sido buena, esperaba poder repetirla nuevamente.

- Ah, claro, todavía no tengo fecha de entrega, pero cuando tenga todo listo yo le avisaré, igualmente le agradezco su preferencia, es un honor trabajar para la realeza.- Se levantó y recogió los platos.- Si me disculpa.- Llevó las cosas a la cocina, no tardó nada, regresó de nuevo junto con una pequeña caja bien adornada.- Como agradecimiento acepte estos aperitivos.- Le entrega la cajita que tenía como 4 pastelillos bien acomodados.- Fue una agradable platica, espero se repita pronto.- Dijo tranquilo con una leve sonrisa.