Una cara conocida [Ninive]

Las hebras que conformaban la telaraña de Gerald eran complejas. Su centro empezaba en Tara, la capital del nuevo reino, para desperdigarse por todo el continente y ese restaurante llamado La llama azul era una de esas hebras. Legalmente el propietario era un humano llamado Viktor, un hombre alto y delgado de cabello hasta los hombros, sin embargo la realidad era que Gerald se quedaba con gran parte de la recaudación. Además los camareros tenían la orden de escuchar las conversaciones de los comensales quienes se relajaban con un buen vino que le soltara la lengua. Había sido una suerte que Viktor estuviera en deuda con el mago, o tal vez tenía que ver con la habilidad de éste. Eso nunca lo sabría el joven propietario de La llama azul

Si tenía que reunirse con la general Ninive el restaurante era el lugar idóneo, lejos de ojos y oídos indeseados. Gerald salió de su mansión vestido para la ocasión: una camisola carmesí, unos pantalones negros y un chaleco del mismo color. De su cuello pendía la torques que le identificaba como noble elaborada en oro y un rubí en el centro. Con paso calmado pero firme se adentró en el restaurante siendo recibido por aquellas llamas azules que iluminaban el local dando un toque intimista y fantasmagórico. Muchos magos habían invocado aquellas llamas en reuniones clandestinas cuando se tenían que ocultar de los humanos por lo que eran muy familiar para la sociedad mágica.

- Charlotte, ya sabes donde debes de acompañar a la señorita Ninive, ¿verdad?- preguntó con aquella amabilidad estudiada y ensayada durante años para que pareciese real.- Recuerda que es mi amiga y ostenta un cargo importante en el ejército, no quiero ni un error.- su voz era sedosa y su tono el mismo que el de un padre regañando a su hija. La camarera de cabellera rubia asintió sin atreverse a mirarle a los ojos, deseando que se marchara.- Por cierto, Lottie.- se escuchó de nuevo la voz de Gerald después de dar unos pasos, sin girarse siquiera.- Id preparando el mejor de vuestros vinos.- sin nada más que añadir subió las escaleras que le llevaban al segundo piso, el lugar donde tendría lugar la reunión.

Unos días atrás Ninive recibio cierta invitación, la carta en cuestión no era una cualquiera, eran de esas invitaciones que no aceptaban una negativa.

Si se hubiera tratado de otra persona, la mujer habria roto en mil pedacitos aquella carta pero, a pesar de que solo obedecia a pocas personas, entre ellas sus superiores y las reinas, en la revolución conoció a cierto personaje que poco después ocuparía un buen puesto, bastante reseñable, en el país de Myrdhin.

Más Ninive, por muy aristócratas que fueran los demás no se dejaba ningunear, ella también pertenecía a una institución importante, el caso es que, aquel personaje le había caído en gracia y consideraba que tenían intereses parecidos. Aquella persona era ni más ni menos que Gerald, un hombre atractivo y sagaz, astuto como un zorro que, practicaba los mismos métodos pocos ortodoxos de Ninive.

El dia tan esperado llego, teniendo a la mujer en ascuas. No sabia con certeza de que tipo de reunión se trataría, así que se tomo su tiempo para buscar un vestido ideal a la ocasión. Al final se decanto por un sobrio vestido de color negro, muy largo, por delante era muy discreto y recogido, pero el punto fuerte era la espalda, bien escotada, donde se podía apreciar la cobra tatuada.

Una vez preparada, la mujer pidió un carruaje que le condujo hasta el lugar, un bar llamado "La llama azul". desde el principio aquel lugar le había disgustado, irónicamente nunca había puesto los pies allí, más lo que le incomodaba era que, el propietario se llamara Viktor, como su gran amigo de toda la vida. Más, la hechicera se despojo de todos aquellos malos pensamientos, hoy tenia una "cita" y se moría de ganas por saber que asuntos iban a discutir.

Una vez llego al recinto, una mujer rubia, de manera amable le guió hasta donde se encontraba Gerald. Sin embargo la mujer no respondió a ese buen trato, limitándose a caminar con paso majestuoso pero recto.

Y al final, la dama de Myrdhin llego al segundo piso, donde se encontraba Gerald, que como siempre, iba vestido de manera exquisita.

Ninive sonrió levemente.

-Gerald, querido-saludo con total confianza, y con cierta coqueteria en su voz, ni corta ni perezosa, le ofreció la mano.

Gerald tomó asiento en la mesa de forma redonda donde tendría lugar la cena, decorada con un mantel blanco y un centro de flores. Él mismo se había encargado de que nada más reposara en la superficie de madera ordenando a Viktor que prescindiera de velas, tal y como hacían en reservas de parejas. Hay otras formas de seducir a una mujer; pensó cuando por su mente rondó el tema de la decoración. Sus ojos continuaron evaluando la mesa, a falta de otros clientes a los que observar por la restricción del dueño, siendo el turno de los platos de loza blanca y lisa superficie sin ningún tipo de marca que desprestigiara al restaurante. Por último unas finas copas de plata a juego con los cubiertos remataban los elementos de la cena, sin contar la comida.

Unos pasos le alertaron de que alguien ascendía por las escaleras y era demasiado pronto para tratarse del mozo con el vino. La figura de Ninive hizo acto de presencia enfundada en un vestido negro y sobrio pero elegante. Gerald se puso en pie, dando unos pasos hacia la general, para luego tomar la mano que le tendía entre una de las suyas y depositar un beso en su dorso.- Siempre es un placer verte, Ninive.- lo cierto era que eran muy contadas las veces en las que se habían encontrado después de la Revolución, situación que les brindó la oportunidad de conocerse.- La verdad es que no tenía muchas esperanzas en recibir una respuesta afirmativa a mi propuesta, a pesar de finalizar la Revolución somos personas ocupadas.- dijo sonriendo divertido mientras que observaba sin pudor alguno el cuerpo de su acompañante. Es una pena que muestre tan poco; pensó en cierta medida desilusionado Pero un vestido es más fácil de quitar que una armadura.

Con exquisita educación retiró la silla donde tomaría asiento Ninive, haciendo un gesto con una de sus manos. Fue en el momento en el que ella se sentó, gozando de una posición privilegiada, cuando sus labios se curvaron en una sonrisa de satisfacción al quedar al descubierto la espalda de la general. ¿Será tan peligrosa como la serpiente que repta por su espalda?- Dime, ¿cómo es la vida de un alto cargo del ejército?- le preguntó retirando sus manos del respaldo de la silla, rozando la piel que mantenía al descubierto, para luego sentarse frente a ella.

Nada más hacer su preciado acto de presencia, Ninive se sintió observada, más ese hecho no le incomodo lo más mínimo. Estaba ya acostumbrada a ello, fueran miradas ciertamente lascivas, como la que ahora el aristócrata le estaba dedicando o bien, miradas asesinas cargadas de desprecio.

La mujer se dirigió hasta la mesa con paso felino y acepto gustosa el ofrecimiento de su anfitrión. Pudo notar un leve roce de su mano sobre la piel desnuda. Ninive articulo una sonrisa cómplice, seguía igual de descarado que siempre.
Más, fijo su mirada en la mesa, colocada de manera exquisita, ni faltaba ni sobraba, era un equilibrio perfecto.

-Siempre tan elegante-sentencio al final la hechicera, después de repasar como un autómata todos los detalles de la mesa, auto reflejo por su obsesión por lo perfecto-bien ¿quieres saber por qué acepte?-esta arqueo una ceja, mientras adoptaba una pose interesante, aprovechando los reposa brazos del asiento-Tu me inspiras cierto interés e incluso simpatía... considérate afortunado-contesto esta en un tono algo burlón y a la vez travieso, más siempre había ese matiz de seriedad que hacia que todos la respetaran-además, me muero de ganas por saber que me vas a proponer.

Y es que Ninive ni siquiera se hacia a la idea que es lo que pretendía aquel hombre, y eso le emocionaba de sobremanera, solo que tenia perfectamente trabajado su majestuosidad. Había sopesado varias ideas pero...¿cuales? de momento estaba todo bien, pero era de vital importancia buscar alguna alternativa para un impulso económico...tal vez se trataba de eso...pero, aquel lujo y cuidado en los detalles hacia que Ninive sospechara otras intenciones más terrenales.

Esta apoyo sus codos sobre la superficie, apoyando su pétreo rostro sobre el dorso de las manos, no obstante articulo una sonrisa demasiado encantadora para ser ella.

-Es duro querido, sobre todo cuando aun hay tanto trabajo por hacer-suspiro levemente, tal vez dramatizando los hechos-y cuando hay ciertos mandos incompetentes-chasqueo la lengua, más dejo lo pasar-¿y que hay de ti? se te ve esplendido.

Ciertamente, en Gerarld se reflejaban los ideales que tenia Ninive para con un hombre, al menos físicamente, ya que los dos, en el plano ético eran bastante cuestionables...más, nadie es perfecto.

Gerald apoyó su espalda en el respaldo de su silla al mismo tiempo que colocaba sus extremidades en los reposabrazos. Una ceja se arqueó en el rostro del mago , divertido por la iniciativa de su acompañante. Con un asentimiento de su cabeza le dio a pie a que esplicara el porqué de su aceptación a esa cita, razón que fue del agrado de Gerald.- El interés es algo común en el día a día pero mantenerlo durante algo más de dos años es un logro, igual pasa con la simpatía, por lo que no creo que sea cosa de suerte sino de esfuerzo.- contestó con una sonrisa ladeada alojada en sus labios.- Bah, quitar mérito a la suerte también sería mentir.- añadió ríendo con desenfado.

El mago se mesó la perilla mientras escuchaba lo que Niníve tenía que decir sobre el ejército, sin hacer ningún comentario sobre las intenciones reales de esta reunión.- Supongo que vigilar un país joven que limita con los otros reinos no tiene que ser una tarea fácil. Además no contamos con todos los efectivos, muchos magos viven desperdigados por Ocella, y eso es una pena.- la Revolución había salido bien, por mucho que perdieran muchos compañeros de armas, pero se necesitaba una segunda que ampliara los límites geográficos de Myrdhin.- Por tus palabras parece que hayas tenido un encontronazo con un superior, ¿o tal vez se trata de los nuevos reclutas?- preguntó cruzando sus brazos a la altura del pecho sin despegar la espalda del respaldo.

- ¿De mí? Como ves la vida me trata bien.- dijo con cierto tono pícaro.- Aunque debo decir que echo de menos el ritmo de vida de hace dos años, la calma aburre.- sentenció en el preciso momento en el que unos pasos hicieron crujir la madera de la escalera. Por ella subía un camarero con una botella de vino, la cual dejó en la mesa después de servir las copas, y les entregó las cartas del menú; todo en silencio.- Sin embargo me ha dolido que pienses que voy a proponerte algo.- añadió con un tono fingido.- Todos tenemos derecho a ver a una vieja amiga, ¿no?- sonrió burlón mientras abría la carta.

Ninive correspondió la sonrisa de Gerald con una cómplice.
Pero...¿por qué tal consideración? ¿Por qué tanta confianza? Realmente Ninive había disfrutado de su compañía, aunque hubiera sido en circunstancias poco favorables y totalmente inoportunas.
Él era un espejo para ella, y por eso mismo, por muy irónico que suene, no se fiaba ni un pelo, porqué Ninive se conocía muy bien y siempre había un motivo para todo.

Fuera económico, personal, político.....

-Oh Gerald- respondió esta con un tono melódico-No me tomes por una muchacha inocente que confía en la facha respetable de un buen señor-secundo esta oración con una sonrisa burlona, desde luego, si algo anhelaba era tener una conversación ingeniosa, llena de sarcasmos y doble sentido.

El mozo apareció en la sala llevando entre sus manos una fina y esbelta botella de vino. La mujer la observo con fijación, hace tiempo que no bebía de aquel elixir.A sus 25 años, para convertirse en una hechicera más pura, tomo la decisión de llevar una dieta estricta, una vida sana, sin vicios. Lo único de lo que no se había privado era del sexo.

Pero un día era un día, Ninive siempre hacia excepciones en los actos formales y las cenas de trabajo...y hoy era uno de esos días. Ya que Gerald había tenido la cordialidad de invitarle a tan agradable velada, comería carne y bebería vino.

-Hum, pero si es cierto eso que quieres disfrutar de mi amistad-la mujer dibujo una sonrisa picara en sus labios y con cierta coquetería cogió su carta, utilizándola como un abanico donde ocultar su tez-me considerare muy dichosa...

Dicho esto, Ninive se fijo en el menú de la carta.Algo de pasta estaría bien...y caviar. Esta arqueo una ceja, aquel lugar era de categoría...
Esta dejo la carta en la superficie de la mesa y entrecruzo los dedos, expectante por descubrir todo el misterio que le rodeaba a Gerald....

Las conversaciones ingeniosas eran las predilectas de Gerald, le divertía en demasía esos combates de intelecto en los que se desenvolvía a la perfección. El mago era lo que era gracias a ese don, como él lo calificaba; fue su inteligencia lo que le sacó de los callejones de Kaltran y lo elevó a las cotas más altas de la sociedad de Myrdhin.- ¿Una muchacha inocente? No, no sería capaz de pensar en eso.- una sonrisa ladeada se abrió paso en sus labios como si se alegrara de que aquello fuera así.- Los prejuicios son odiosos, pero el primero que esté libre de una vida pasada pésima que lance la primera piedra. Aceptémoslo, muchos magos hemos malvivido en la delincuencia demasiados años y ahora hemos resurgido cual ave Fénix. Pero eso no nos hace despreciables sino supervivientes.- afirmó tomando en su mano la exquisita copa. Después de hacer girar el contenido de ésta se la acercó a la nariz para captar el afrutado aroma y dar un sorbo pequeño, el cual saboreó unos segundos. Tras hacer una seña afirmativa al camarero éste se fue dejando la botella en la mesa.

Otra cosa que era del agrado de Gerald era la coquetería de su acompañante, sin duda estaba delante de una mujer consciente de su belleza. Ni siquiera tocó la carta pues tenía pensado que elegir desde el momento en el que posó un pie en el restaurante.- ¿Ya sabes que vas a pedir?- preguntó al ver como dejaba la carta sobre la superficie nívea del mantel al mismo tiempo que hacía un gesto al camarero que se encontraba en el piso inferior.- Deberías de considerarte de esa forma, muy pocas personas pueden afirmar ser mi amigas.- comentó ríendo con suavidad.

El camarero por fin llegó a a la mesa de los dos magos pero Gerald cedió la palabra a Niníve, cuando ella ordenó lo que tomaría él pidió salmón.- ¿Sabes? Creo que ya sé cuál será nuestro primer brindis.- dijo alzando la copa y esperando a que ella hiciese lo mismo.- ¡Por la amistad!- no había palabra menos sentida por Gerald que esa, salvo "amor", pero nadie lo habría sospechado por su tono de voz.

-Amistad-respondió algo incrédula la mujer, pero con una sonrisa bravucona en los labios-me parece bien querido, me parece bien-cogió la copa con delicadeza y la choco suavemente con la de su acompañante.

Ninive no creía mucho en la amistad y sabia que, de momento no podría tener una amistad sana y verdadera con Gerald. Los dos eran muy parecidos y tarde o temprano alguno apuñalaría la espalda del otro. O quizás no. Tal vez se parecían tanto que aquello podría desencadenar en una relación maravillosa y de complicidad y dependencia extrema.

Solo el destino (irónicamente) lo diría con el paso del tiempo.

-Si te digo la verdad, mi querido Gerald, yo no he padecido necesidad-sonrió de manera encantadora-Si, reconozco que he hecho cosas poco ortodoxas pero...a veces para hacer una tortilla hay que romper unos cuantos huevos ¿No crees?-La mujer arqueo una ceja divertida. Gerald sabia a lo que se refería y por supuesto estaría de acuerdo- Más me interesa en demasía que era de tu vida antes, se cosas, pero prefiero que me las narres en primera persona.

-Pasta al pesto y caviar-miro levemente al camarero, sin darle mucha importancia y retomo la conversación con su acompañante-Por cierto, si te aburre la calma siempre puedes venir a visitarme y tramamos conspiraciones-bromeo la mujer algo coqueta-y otras cosas que surjan...

Ninive lo dejo caer ¿por qué no? ya se respiraba esa tensión desde el principio y ella para nada era pudorosa y mojigata, más, quería saber el motivo de Gerald para citarla ahí...o ¿tal vez solo era un simple cortejo?.
Suspiro algo impaciente, no le gustaba que le hicieran esperar. Tamborileo en la mesa con los dedos de la mano derecha.

-Por todos los demonios querido ¿que tengo que hacer para que me digas el motivo de esta cita?

Ciertamente, a pesar de que muchos gozaron y gozaban de buena posición económica, no se salvaron de sufrir la ignorancia y la brutalidad de las mentes vacías y ella, no fue la excepción...¿Cuantas veces no le lanzaron una mirada de reproche? Unas palabras hirientes y lo peor, ¿Quien no había osado agredirla físicamente? Aun recordaba las veces que su padre interponía demandas furioso contra los agresores y como estas los miraba con rabia y odio, incluso habían sufrido un leve descenso en las ventas.

Por un momento su estomago se revolvió, más no torció el gesto.

-Hace una semana que volví de Vatralon, curiosamente-advirtió Ninive, cambiando drasticamente de tema-Y he de decir que me fascino el país..¿No crees que podríamos trasladar algunas ideas en nuestro beneficio?- En la voz de la maga se advirtió un ligero entusiasmo y es que, se había enamorado completamente de los avances tecnológicos de aquel lugar y ansiaba colocarlos en Myrdhin para crear un estado superior- Y no querido, de momento estoy contenta con nuestras reinas, me refería tal vez a mejorar posiciones, alcanzar proezas-cogió la copa y la movió ligeramente pero no la bebió-y todo en buena compañía-suspiro, arqueando una ceja. No lo iba a negar, Gerald le atraía físicamente y Ninive era de ese tipo de mujeres que no se reprimían por nada del mundo excepto si el honor y la gloria estaban en juego).

Más se sonrojo con lo ultimo, había pecado de tonta tal vez. Arrugo la frente algo enfadada y comenzó a hablar.

-Así que nada ¿eh? Reconozco que esperaba una simple reunión de negocios-suspiro y bebió de su copa, tranquilizándose-últimamente trabajo tanto que no puedo desconectar de ello, es horrible-se quejo esta cinicamente, en realidad amaba su trabajo, pero si que era cierto que en los últimos días no hacia nada más que papeleos o instruir a novatos.

Ante su acercamiento, Ninive no movio ni un musculo, sigio ern su posición, estoica pero provocativa, temeraria y osada, toda una mujer que no se dejaba amedrantar por los movimientos furtivos de un galan, que buscaban algo más de intimidad.

-Se me había olvidado lo guapo que eres Gerald-concluyo esta de forma descarada y divertida.