Un Trabajo en equipo

Era una mañana algo calurosa, y las calles de Vetran hervían de actividad. Había gente que había venido de todas partes de Ocella a presenciar algún baile o a comprar en el mercado, o simplemente a pasear, y eso creaba un escenario perfecto para los carteristas.
Art respiró hondo y salió a la luz. Dirigió una última mirada a su perro, Archeon, para advertirle que no le siguiera y se quedara escondido, aunque no hacía falta, porque el perro conocía bien su papel. Nadie se acercaría a un niño con un perro del tamaño de un león, y si no se acercan a él, le es imposible apoderarse de las carteras de los demás. Por eso el sabueso se quedaba a la espera, vigilando a su amo, por si acaso.

Art analizó a la gente de su alrededor buscando alguna víctima fácil, y la encontró. Un señor estaba distraído observando las mercaderías en un tenderete, y no parecía percatarse de su alrededor. Se acercó con naturalidad, como si quisiera observar también el escaparate. Se paró a su lado, y mientras fingía interesarse por un libro de cuentos que estaba al lado del hombre, le metió la mano en el bolsillo con agilidad y le quitó la cartera. Perfecto, el hombre no se había dado cuenta. Se giró para marcharse otra vez, con naturalidad.

–Ey! Señor, ese niño le acaba de quitar la cartera, yo lo he visto.

Art se quedó helado por un momento.
–¡Al Ladrón! – El grito le hizo reaccionar, y como si se tratara del disparo de una pistola empezó a correr, intentando esquivar viandantes e intentando ganar terreno a sus perseguidores, a quienes no se atrevía a mirar, por miedo a perder tiempo.

Ishëe caminó con rapidez. había visto efectuar el robo que había alborotado a la multitud en la calle y ahora corría por encima de los tejados siguiendo el pequeño ladrón. "es muy rápido-pensaba-¿cuántos años debe de tener?

Y era cierto, iba muy rápido. Pero si te conoces los atajos, siempre llegas antes, y más si vas corriendo por los tejados. Así, Ishëe llegó a una calle por la que el joven ladrón se vería obligado a pasar y se descolgó hasta la calle por el toldo de una tienda que había. Se metió en un callejón sin salida a esperar. Pronto escuchó el ruido de la persecución. Se preparo, y en cuanto el chico pasó rápido por su lado, lo cogió y lo metió en el callejón.

-¡Sígueme! -le dijo en un susurro, pero con fuerza, de modo que el chico pudiese enterarse incluso en ese estado de alarma. Sin mirar si el joven hacía lo que le había mandado, empezó a trepar por la pared hasta volver a subir al tejado, usando las tuberías como escalones. Al llegar arriba, corrió hasta alejarse del centro de la ciudad. Sabiendo que ya habían despistado a los perseguidores, bajó hasta la calle y se giró para mirar al muchacho.

Sorprendido, Art siguió a la extraña sin pensarlo dos veces. Subió detrás suyo por las tuberías, intentando no perder el ritmo, aunque ya estaba cansado. Su salvadora era una chica joven que se movía entre los tejados cómo una gata, y se notaba que estaba acostumbrada a hacerlo. Art no solía ir por los tejados porque a veces no podía saltar suficientemente alto para ir de un edificio a otro, pero consiguió seguir a la chica sin problemas, aunque ya le costaba respirar y el sudor corría por su frente.
Al fin se pararon, y Art se sentó en el suelo, o mejor dicho, en el tejado, intentando recobrar el aliento.
Al final se recobró lo suficiente como para hablar.
–¿Quién eres? ¿Y por qué me has ayudado?
Art no era todo buenos modales, precisamente, y la primera reacción que salía de él al conocer a alguien siempre era la desconfianza.

Ishëe sonrió. Observó con detenimiento el chico, con una media sonrisa en la cara.

-Me llamó Ishëe y te he ayudado porque los ladrones debemos ayudarnos mutuamente -se cruzó de brazos-y tu, ¿quién eres? ¿cuántos años tienes? creía conocer a la mayoría de ladrones de Vatralon pero tu... no me suenas -ladeó un poco la cabeza, entrecerrando los ojos- pero por cómo le sacaste la cartera a ese tipo, tampoco parecías principiante. Y si lo eres, eres bueno. Tienes futuro. Pero aún te falta un poco.

Art entrecerró los ojos. No sabía si confiar en la extraña o no, ya que era una ladrona como él, y por ese mismo motivo tenía que desconfiar. Art se cruzó de brazos mientras contestaba.
– Me llamo Art Dawkins, y he perdido la cuenta de mis años, aunque no creo que la edad importe algo. De todos modos no necesitaba que me ayudara nadie. Lo tenía todo controlado.
En ese momento se oyó un ladrido, y Art respondió con un silbido. En pocos segundos, apareció Archeon de un salto y se precipitó hacia el chico para ponerse delante de él y gruñirle a Ishëe.
–No te preocupes Arch,–le dijo, para calmarlo–No estoy en peligro, la chica me ha ayudado, ¿sabes?
El perro miró al chico con una chispa de comprensión en la mirada. Se acercó a Ishëe y le lamió la mano. Era su forma de agradecer la ayuda a la muchacha, puesto que Art no iba a hacerlo por nada en el mundo, y el animal lo sabía.

Ishëe miró a Art a los ojos.

-La edad importa. O al menos, la edad que aparentas. Debes parecer mayor si quieres que la gente te tome en serio. Y deja tu orgullo de lado, necesitabas mi ayuda. estabas empezando a cansarte, y tus piernas son más cortas que las de los adultos. Y también tienes menos resistencia.-Ishëe ignoró a Arch-y aún necesitas mi ayuda. Soy ladrona desde los cinco años, y mi experiencia te hará falta si quieres seguir viviendo fuera de prisión... puedo enseñarte. eres bueno, pero te falta

Entonces Arch le lamió la mano. Ella arqueó una ceja, pero después se agachó y acarició al perro

Art tuvo que reconocer que algo de razón tenía. Pero no lo dijo en voz alta, por supuesto.
–Es cierto que me estaba cansando, pero Archeon estaba a punto de llegar, ¿verdad que se Archie? Al oír su mote el perro volvió con su amo, y éste le acarició la cabeza y le rasco entre las orejas, allí donde le gustaba. –Entonces, ¿dices que estás dispuesta a prestarme tu ayuda? –Art creía que se había apañado bastante bien desde siempre y no le parecía necesitar la ayuda de nadie. Sin embargo tenía curiosidad para ver lo que Ishëe quería ofrecerle. Aunque seguro que no sería gratis. En esta vida nunca hay nada gratis.
–Supongo que querrás algo a cambio, ¿no es así?

- Un perro un tanto especial, ¿no es así? -comentó Ishëe.

-Algo a cambio... Solo la ayuda de alguien más pequeño que yo. No soy muy alta, pero aún así echo de menos los tiempos en que podía colarme por cualquier sitio. eres rápido y ágil, podrías servirme. Pero te veo un poco verde aún... ¿Dónde vives? ¿tienes Sala de Tratos? ¿Robas solo para ti mismo o tienes clientes?

mientras hablaba, Ishëe empezó a andar. Supuso que Art la seguiría, aunque solo fuese por curiosidad.

¿Especial? ¿Archeon? Por supuesto. Art nunca había conocido ningún perro más inteligente y fiel que él, y más que una mascota era un amigo.
Art siguió a Ishëe, con el enorme perro a su lado dándole golpecitos con la cola, que agitaba contento al verle a salvo.
–¿Sala de tratos? No sé que es eso. Desde que tengo memoria he vivido en las calles y he robado para vivir, sólo eso. Por lo demás, nos acabamos de conocer, así que no te voy a decir dónde está mi escondite tan fácilmente.
Art observó a su alrededor por primera vez. Se encontraban encima de los tejados, y desde allí había muy buenas vistas. Las casas más cercanas eran más o menos de la misma altura que la casa en la que estaban, aunque más adelante el tamaño de los edificios iba en aumento. Art supuso que moverse por encima de los tejados no tenía más secreto que el que moverse bajo tierra como hacía él: tan solo había que conocer el terreno y ser suficientemente ágil para recorrerlo.
–¿Entonces es una alianza lo que propones?

Ishëe sonrió.
-Una Sala de Tratos es algo que todo ladrón con clientes tiene. Y no es nada parecido a un escondite, no tengo ningún interés en saber dónde te escondes. O al menos de momento. -observó la ciudad. Vetran era bonito-Yo tengo dos. Una aquí, porque es la capital, y otra en Mirtrea, que es mi pueblo. Si me sigues, te conduciré hasta la que tengo aquí. -echó a andar. Bajó de los tejados y siguió por las calles, yendo hacia el centro de Vetran- Casi todas las posadas, aunque parezcan respetables tienen una Sala de Tratos. Cierran contratos con ladrones y mafiosos, y les dejan hacer los tratos con sus clientes allí, a cambio de un porcentaje de sus ganancias. Los ladrones con más fama consiguen puesto en las mejores posadas. Algunas posadas ruines venden los ladrones al gobierno, para ganar más dinero de golpe, pero para las posadas ricas y con poder es más rentable ir ganando poco a poco la parte que le corresponde del sueldo del ladrón. ¿lo entiendes?

Por lo visto esa chica era mucho más de lo que aparentaba. A su lado, Art no era más que un aficionado, mientras que Ishëe era una profesional. Aunque supuso que era normal, puesto que él todavía era un niño, y ella ya no.
– Sí, lo entiendo, aunque yo no tengo clientes. Me basta con lo que consigo para vivir, y te aseguro que lo que ha pasado hoy no suele ocurrir a menudo.–Art seguía avergonzado por el hecho de haber sido pillado con las manos en la masa.
–De todos modos, como soy un niño, los adultos no me toman en serio– y eso era algo que odiaba– Dudo que me aceptaran en alguna posada.
No había pena en su voz, sino más bien rabia. Estaba harto de ser un niño y que la gente lo menospreciara por eso. Aunque Art valía como un adulto, estaba cansado de intentar demostrárselo al mundo, y prefería valerse por si mismo.

- Creo que te he comentado que yo empecé a los siete años. Y pasé por lo mismo, así que ten por seguro que yo te tomo en serio. Yo sé que una persona que vive en la calle y ha tenido que sobrevivir sola madura antes. En eso, tu ya eres adulto -llegaron a una posada bastante grande y al entrar, el posadero intercambió una mirada con Ishëe y enseguida los condujo por un pasillo hasta una habitación escondida pero amplia y acogedora. había una mesa en medio, con una silla a cada lado. Ishëe se sentó en una y indicó a Art con la cabeza que tomase asiento en la otra- No tienes clientes, pero siempre es mejor tener la opción de conseguir dinero, y no solo eso; si tu cliente es alguien importante y con posición, puede asegurart protección o pagarte tu trabajo con favores. Siempre es útil.

Art se sintió halagado por el comentario de Ishëe, aunque considerarlo un adulto era algo irónico, teniendo en cuenta que al sentarse, sus pies a penas tocaban el suelo. También le pareció extraño que el dueño de la posada no dijera nada sobre Archeon. Normalmente los echaban a patadas de un local público si iban los dos, y si iba él solo, directamente le ignoraban. Supuso que ese era uno de los beneficios de tener tratos con el posadero.
El perro olfateó por todos los rincones de la sala buscando algún peligro y luego se tumbó al lado de la silla de Art, a la espera.
–Bueno, no tengo que preocuparme mucho por la protección teniendo a Archeon a mi lado, pero supongo que no es únicamente a eso a lo que te refieres, ¿verdad?

-Claro. Pero cada ladrón tiene sus propios acuerdos con su posada, así que eso depende -sin perder la sonrisa, Ishëe puso los codos encima de la mesa, entrelazó los dedos y apoyó su barbilla en ellos- Y bien, Art, cuéntame de ti. Nada personal, por supuesto, no te pido que me cuentes tus secretos porque yo no te contaría los míos, pero háblame de tus dotes de ladrón. ¿En qué te consideras más bueno? ¿Te gusta robar o lo haces por necesidad? ¿Cuándo empezaste?

Art se acomodó en su silla, le molestaba no tocar el suelo, así que levanto las piernas y se sentó como un indio. Sus pies no estaban demasiado limpios, y la suciedad se acumulaba entre las escamas que recubrían la planta de sus pies. Aunque si la silla se manchaba o no, no era su problema.
–¿Cuando empecé a que? ¿a robar? No me acuerdo de cuando no lo hacia. He vivido en las calles desde siempre y he robado para sobrevivir. Al principio lo hacia por necesidad, pero le he ido pillando el gusto, así que supongo que sí, me gusta. Se me da bien hacer desaparecer cosas.
Art rebuscó en sus bolsillos y sacó un par de frascos de cristal con sal y cuchillos y tenedores de plata. Los había cogido de camino a la sala de Tratos, al pasar al lado de unos estantes en la posada.
–¿te importa que me quede con esto? En realidad mi especialidad son los bolsillos. Carteras, pañuelos y relojes, sobre todo relojes. Y no suelen verme. Hoy ha sido un descuido por mi parte, que no volverá a pasar.

Ishëe arqueó una ceja, y se puso a reír.

-Claro que puedes -dijo cuando paró de reír-Te vi coger un frasco de sal y algún tenedor, pero no me percaté de los cuchillos, ni del otro frasco... no está nada mal. Todo el mundo mínimamente bueno acaba por cogerle el gusto, a esto de robar.

Ishëe se levantó y rodeó la mesa, hasta ponerse frente a Art. Ella tampoco era demasiado alta, pero siempre le había gustado su estatura, y ser bajita le facilitaba las cosas para ser ladrona. Se subió a la mesa y miró a Art.

-Te propongo una cosa. Tengo un trabajo, pero no te contaré de qué se trata hasta que no crea que realmente lo mereces. Eres bueno, muy bueno por tu edad, pero la persona que necesito tiene que ser aún mejor. Y por eso te propongo una cosa: durante la semana siguiente, te enseñaré. Si al terminar, has llegado a tener el nivel que necesitas, te contaré el trabajo, y me ayudarás, y nos partiremos el premio; mitad y mitad, como es justo. Y si no, te dejaré, pero también habrás ganado, pues serás mejor ladrón. ¿Qué me dices?

La propuesta de Ishëe le pareció interesante, pero se detuvo un momento para reflexionar. Ella tenía razón, en cualquier caso salía ganando, pero estaba en su naturaleza desconfiar, y empezó a buscar algún punto flaco a la oferta.
–Seguro que hay mucha gente mejor que yo. ¿Por qué me has escogido a mi? Todavía soy pequeño.
Sin embargo los motivos parecían sólidos y Art no tenía más remedio que aceptar, Puesto que le vendría bien algo de orientación. Desde que su primer maestro murió, él había estado aprendiéndolo todo por su cuenta, y había un montón de cosas que no sabía.
–¿de qué tipo de premio estamos hablando?

- Pues... dinero en su mayoría, pero también joyas y otros objetos de valor.

Ishëe sabía que el muchacho aceptaría. Todas las condiciones del trato le eran favorables, y si se negaba, sería un estúpido. Porque ella no lo hacía solo por conseguir un aliado, un cómplice, también quería ayudarle. No le enseñaría todos sus secretos, claro está, pero si que le ayudaría a ser mejor ladrón como la ayudaron a ella cuando tenía su edad. Porque Art le hacía recordar los días en que ella no trabajaba de ladrona, en esos tiempos en que solo lo hacía por sobrevivir.

Art nunca había pensado en conseguir montones de dinero y joyas robando. Nunca pensaba más allá de que comería la semana siguiente, así que la mención de poder ganar un buen dinero, y no tener que preocuparse por eso durante un tiempo le pareció estupenda. Y si además a partir de entonces conseguía ser mejor ladrón, su calidad de vida iría en aumento. Pensó que nunca tendría una oportunidad mejor que ésa.
–Está bien, acepto. Siempre y cuando no tenga que separarme de Archeon en ningún momento, claro.
El perro levantó la cabeza al oír su nombre, atento en la conversación de repente. Art le rascó las orejas. Por mucho que sus dotes mejoraran, seguiría necesitando protección

Ishëe sonrió, triunfal.

-No será necesario que te separes de el si no quieres -se levantó de la mesa- No te arrepentirás, Art.

Ishëe andó por la habitación, pensando. Había conseguido un ayudante, y éste era mejor de lo que ella se habría atrevido a desear. Se dirigió a la estantería y cogió varios libros, ojeándolos y dejando algunos en la mesa.

- Vamos a empezar ya, que el tiempo es oro -habló sin mirar a Art y sin dejar de ojear libros- Vamos a ver, ¿sabes leer?

¿Ya? eso cogió por sorpresa a Art. Sin embargo no tenía nada mejor que hacer en todo el día, así que pensó ¿por que no?
La pregunta también le sorprendió y le incomodó. Al principio pensó en mentir, pero supuso que no le serviría de nada, aunque le daba mucha vergüenza reconocerlo:
–La verdad es que no. Nadie me ha enseñado, como podrás suponer.
Le subió el color a sus mejillas, y luego se recriminó a si mismo por ser tan idiota al sonrojarse por una tontería.

Se fija en que se pone nervioso y sonríe tranquilizante.

-Tranquilo, yo a tu edad tampoco sabía...-piensa unos momentos-no tengo tiempo de enseñarte, en una semana... si finalmente terminas siendo mi ayudante, quizá, pero ahora no

Se cruza de brazos.

- vamos, dime sinceramente qué piensas que son tus tres cualidades y también tres defectos. Y cosas que quieras mejorar y pienses que yo puedo ayudarte en ello, tanto técnico como práctico.

Art pensó un rato.. lo de la sinceridad no era su fuerte, pero lo intentaría.
–Creo haberte dicho antes que mi especialidad son los bolsillos... eso es cierto, aunque mentir ( o hacer teatro, que viene a ser lo mismo a veces) y esconderme tampoco se me dan mal. Mis defectos... ehh... soy muy terco, no sé leer ni escribir y soy muy bajito. Aunque si lo último no cuenta como defecto supongo que nadar no es lo mío.

-Está bien, sígueme-Se dirigió a la salida y finalmente marcharon del hostal. Ishëe, mientras andaban, iba hablando-Mi especialidad es conseguir informaciones y entrar en casas ajenas, más que el robo callejero, aunque era lo que hacía al principio, como tu. Esta noche entraremos en una casa, pequeña pero con propietarios acaudalados, y veremos que tal te desenvuelves. Mientras tanto, te enseñaré algunos lugares de interés. Supongo que el mercado de ladrones ya lo conoces, no? te llevaría a la biblioteca, pero eso será más adelante... si te lo ganas.

¿y a mi qué se me ha perdido en la biblioteca? se preguntó Art, en silencio, mientras seguía a Ishëe.
–Sin el mercado de ladrones no creo que hubiera sobrevivido mucho tiempo... la gente no suele llevar mucho dinero encima, pero los relojes y pañuelos de seda sí, y estos se venden bien. Aunque supongo que tu ya sabes eso.
Art tenía ganas de entrar en una casa. Hacía tiempo que quería intentarlo, pero no se atrevía, por miedo a ser descubierto. Pensó que con la ayuda de su nueva amiga, conseguiría progresar bastante.