En busca y captura [Sumire]

Nunca había estado antes en Myrdhin. Encontraba que ese país era demasiado nuevo como para respetarlo, y además la mitad de las tierras habían permanecido anteriormente a Avisnia. El odio que sentía hacia los magos tampoco ayudaba a hacer de ese viaje un viaje algo más agradable. A mi vista se desplegaba una vasta extensión de casas de diferentes tamaños y formas, con elementos de decoración que podían recordar a los diferentes países en ocella, mezclados de una forma algo cargada, pero sin molestar a la vista.
Aún con los problemas morales que me causaba la visita a ese país, no podía evitar fascinarme en la harmonía con que las diferentes culturas de las razas de Ocella se juntaban en aquella ciudad, reflejada no solo en los edificios, sino también en la gente con la que me iba encontrando por la calle. Gentes de todo tipo de razas, vestidos con ropas extrañas, convivían tranquilos unos con otros, y el aire estaba inundado por una mezcla de olores y especias que le daban un toque cálido al ambiente.

Anduve un rato a caballo por entre calles y callejas, buscando algo en concreto, pero al no encontrarlo decidí que lo mejor sería preguntar. Así que me bajé y me acerqué al primero que pasaba.
-Disculpe, ¿sería tan amable de indicarme donde puedo encontrar la autoridad militar más importante de esta ciudad?
–P-por supuesto... Si sigue esa calle de allí verá que al final de todo hay un callejón que gira a la derecha... si sigue por ahí llegará al cuartel militar... no tiene pérdida.
–Gracias.

Subí a mi caballo y me alejé sin más palabras. Tenía que llegar de una vez a mi destino.. no me gustaba la misión que se me había encomendado, pero aún así tenía que cumplirla, cuanto antes mejor. Siguiendo las indicaciones al final llegué a un edificio alto que coincidía con las descripciones que me habían dado. Así que me apeé de Pedernal y lo dejé en la entrada, para luego adentrarme en el edificio.
En la entrada me recibieron un par de soldados que me pararon, preguntando por mi documentación, así que les hice entrega de el documento que la Reina en persona me había dado.
–Necesito que me llevéis ante vuestro superior. Es urgente.
Aún siendo del país vecino, la reina Ren tenía algo de autoridad, y los soldados me permitieron el paso, después de haberse mirado entre ellos.
Luego vino un tercero, que parecía de rango mayor, que me pidió que me desarmara. No estaba demasiado a gusto con eso, pero pensé que era lo mejor, pues de lo contrario jamás me dejarían entrar, ya que yo era de Avisnia.

Tuve que enseñar la carta un par de veces más, hasta que finalmente me condujeron a una habitación en una de las plantas superiores.
–Espere aquí un momento.
Mi guía llamó a la puerta y entró, seguramente para anunciarme. Aguardé pacientemente fuera.

Cuando al fin me dejaron pasar entré en un despacho bien amueblado. Sabía que no me iba a gustar esa misión por mi aversión a los magos adquirida de pequeña, pero cual fue mi sorpresa al encontrarme con una cara conocida. Esperaba poder salir de esa misión sin muchos percances, pero reconocí a mi adversaria en seguida, de un desafortunado encuentro en el bosque. Jamás olvidaba una cara.
Apreté las mandíbulas fuertemente ante las palabras de la mujer, aunque no dije nada, pues me percaté de que ella no me había reconocido. Respiré profundamente, manteniendo la calma, aunque su comentario sobre la Diosa me había hecho bullir la sangre. Me senté donde me señalaba, manteniendo la compostura en silencio.
-Verá, sé que nuestros países no están en unas relaciones demasiado cordiales, pero hay un asunto que nos afecta a ambos, y–hace una pausa, tragándose su orgullo, para luego contestar –necesitamos vuestra colaboración.
Entonces le entregué la misma carta que le había estado entregando a los soldados, escrita de puño y letra por la Reina en persona. Rezaba:

Estimado reino vecino,

Me es sabido que hubo hace unos años un ladrón de guante blanco que se dedicó a robar a placer entre los más altos cargos de la sociedad de Myrdhin, un mago a quien seguramente recordaréis como "la sombra". Según tengo entendido, ese supuesto ladrón se llevó piezas de gran valor para personas importantes e influyentes, pero fue imposible dar con su paradero, pues traspasó las fronteras hacia Avisnia y allí se le perdió el rastro.
Tenemos noticias de que el mismo ladrón se dedicó a cometer sus fechorías aquí, en Avisnia, y consiguió apoderarse de otros objetos de valor pertenecientes a personas importantes, y nuestros caballeros pusieron grandes esfuerzos en seguirle la pista.
Sin embargo, vanos fueron, pues consiguió volver a traspasar la frontera de nuevo, volviendo a Myrdhin una vez más, quizá para seguir delinquiendo.
Puesto que es un asunto que nos afecta a las gentes de ambos países, rogamos el permiso para seguir la búsqueda en Myrdhin, y proponemos una colaboración en la investigación del paradero del sujeto mencionado anteriormente.

Sinceramente,
Ren, Reina de Avisnia

Estuve a punto de protestar cuando la maga me arrebató de las manos la carta de esa manera, pero estuve a tiempo de contenerme. Las miradas que me dirigía eran claramente de desprecio, y sus acciones no mostraban más afecto que eso. Sin embargo, debía acatar las ordenes de mi Reina, y esas eran establecer una colaboración pacífica con Myrdhin, de momento. Estábamos hablando de una alianza, no de una paz perpetua, surgida de intereses comunes.
La mujer terminó de leer la carta y me sacó de mis pensamientos. Le devolví la mirada, firme, y a pesar de lo poco que me gustaba ella, no había olvidado mis modales, así que me presenté.
–Mi nombre es Rielle Mirandil, Teniente, y será un honor trabajar con usted– Seguro, pensé, algo sarcástica.
Observé como Ninive se levantaba e iba a mirar por la ventana, como pasaba su mirada avizora por el paisaje, como un ave rapaz que otea su presa.
–Tenga por seguro que la seguridad de vuestros ciudadanos está asegurada– Le contesté, algo ofendida por su acusación. Al fin y al cabo, fueron esos mismos ciudadanos los que iniciaron una guerra contra Avisnia y se apoderaron de parte de su territorio. La mención de la religión me hizo erizar el vello de los brazos, pero mantuve impertérrita, como era mi costumbre. En Avisnia rendíamos culto a Onnori, pero no obligábamos a nadie ni prohibíamos el culto a otros dioses. Aún así ése era otro país, y debía adaptarme. –No se preocupe, le prometo discreción en ese asunto.
Sostuve la mirada penetrante de la mujer unos segundos, hasta que ella habló. Me sorprendió que preguntara mi opinión, pero supuse que me estaba probando. –Verá... He estado siguiendo los movimientos de este sujeto durante un tiempo, y tengo que reconocer que es astuto, y sin duda escurridizo, y en mi parecer, será imposible atraparlo atacándole directamente, por lo que creo que la mejor opción es atraerlo a algún tipo de trampa.
Hice silencio entonces, esperando la aprobación o desaprobación de mi interlocutora, para poder continuar.

Enarqué una ceja ante la fanfarronería de la maga, pero no dije nada. Su manera de jactarse me pareció infantil e impropia de una Teniente General.
-De hecho... No. La Reina no quiso alarmar al ejército enviando todo un grupo de soldados aquí, por temor a que su acción se malinterpretara, por lo que vine sola. Confía en que aquí hay suficientes hombres y mujeres para realizar la misión. La razón de mi presencia aquí también es algo que me gustaría dejar claro desde el principio. – Saqué otro documento de mi bolsa, un pergamino enrollado con una cinta, que desaté con un movimiento, para luego entregárselo a la Maga.– Se trata de una lista de los objetos robados por La Sombra a la corte de Avisnia, objetos que a sus propietarios les gustaría recuperar. Me ha sido encargado vigilar la devolución de todos los objetos aquí mencionados que se puedan recuperar, sin omitir ninguno. Lo demás, así como la custodia del cautivo pertenecerá del todo a Myrdhin, por supuesto.

Por la expresión de la peliazul supe que aprobaba la idea de pararle una trampa aunque su comportamiento no cambió demasiado, por lo que me fue imposible adivinar lo que cruzaba por su mente.
–Pues tan pronto como sea posible, Teniente. Una acción rápida podría desconcertar al objetivo, pues seguramente debe sentirse seguro fuera del alcance de nuestra mano, pensando que aquí nadie sabe que ha vuelto.