Historia de Ocella
Historia de Ocella
Historia de Ocella:
Hace eones, la diosa Dana, sin saber cuánto tiempo tenía de existencia, se sintió sola. Quiso entonces crear el mundo, más era demasiado trabajo para ella sola; si quería crear los mares, sus bosques se secaban, cuando intentaba elevar montañas, las tierras se volvían áridas, y fue así que se dio cuenta de que necesitaba ayuda, pues no era capaz de crear el equilibrio que buscaba.
Hizo entonces a Qualia, para que se encargase de los vastos mares, mientras ella se encargaba del resto de las tareas. Pero Qualia era impetuosa, y antes de que Dana terminase una llanura, ya había invadido toda la costa. Dana hizo entonces a Onnori, que mantenía a raya el mar, batiendo sus alas incansablemente, y creando grandes olas y corrientes marinas. Pero el viento no sólo mueve el mar, sino también la tierra, y Dana no podía evitar que las arenas volasen por todas partes, haciendo enormes desiertos de escarpadas montañas. Así pues, nació Hasset, que llenaba la tierra de vegetación: pastos, flores, árboles, arbustos, todos con colores sin igual, y Dana ordenó entonces a Qualia que les salpicase con su agua, la más dulce y pura, y así las raíces contuvieron la tierra, mientras buscaban incansablemente el agua. El viento de Onnori hacía sonar las hojas con mil matices musicales y hermosas melodías. Satisfecha con su trabajo, Dana creó a los animales para que les hicieran compañía, cada uno con su peculiaridad, de manera que todas tuviesen a los suyos, pues las diosas menores eran bastante caprichosas, y tendían a pelearse por las posesiones de la otra.
Para entonces Dana estaba muy cansada, y quiso ir a dormir, pero cuando lo hizo, la luz abandonó el mundo, el frío atenazó a toda criatura, y la oscuridad total les hizo estremecer. Asustadas, las recién nacidas diosas acudieron a la mayor, para pedirle que su luz volviese al mundo.
Sin embargo, Dana necesitaba descansar, no podía iluminar el mundo eternamente. Así que creo a su última ayudante, Faïtha, a quien le dio parte de su luz. Faïtha creó entonces las estrellas y los materiales fluorescentes, y después se entretuvo jugando con entre las montañas, y nacieron los volcanes. Las estrellas dieron nueva luz al mundo, que si bien poca, llenaba de esperanzas a las criaturas mientras Dana descansaba.
Cuando el mundo que habían creado empezó a aburrirlas, Dana volcó toda su maestría en la creación del ser humano, y así nacieron las civilizaciones. Ahora, por el día Dana y sus ayudantes se sientan en el sol para observar a sus pequeñas criaturas, y por la noche se van a dormir a la luna, que no deja de vigilarlas. El mundo por fin estaba terminando, y los humanos lo llamaron Ocella.
Con el paso del tiempo los humanos se establecieron en distintos lugares, formando los reinos, y debido a las condiciones de sus territorios, evolucionaron de distintas maneras, y así se crearon las etnias y las razas. Entonces las diosas acogieron a los humanos bajo su poder, repartiéndose entre ellas las tierras, y cada una dio a sus humanos diferentes habilidades para ayudarlos a adaptarse al lugar en el que habitaban. Faïtha concedió a sus humanos una piel resistente y unas garras afiladas, y creó a los nágoones. Qualia brindó a los suyos los tesoros de sus mares, y el conocimiento del cultivo. Hasset refugió a los suyos en sus bosques y montañas, haciéndolos escurridizos y silenciosos, para garantizar su supervivencia. Onnori agració a los suyos con sabiduría y paz, y una gran espiritualidad, para que estuvieran siempre cerca suya.
Pero nadie se dio cuenta de que, sin saberse de dónde, apareció otro dios, uno más oscuro y desconocido, al que los más osados llamaron Zomel, mientras que los demás se limitaban a no nombrarle. Aunque nunca fue visto, le acusaron de crear las enfermedades y las desgracias, de sembrar el odio y la venganza, y en definitiva, de la existencia de todas las cosas negativas.
Las diosas nada pudieron hacer contra esto, pero dieron más conocimientos a sus humanos, para curar las dolencias, inteligencia e inventiva para evitar las desgracias, y eligieron de cada lugar a un líder, que se ocuparía de guiar a su pueblo por el camino de la paz y la gloria.
Sucedió entonces un imprevisto, que las diosas no vieron venir, y es que nació una nueva raza de humanos con demasiados avances, algunos dados por ellas y otros desarrollados de manera autónoma: los magos, capaces de imitar los poderes de las diosas aunque no pudiesen compararse con ellas. El resto de los humanos asumieron que eran la oscura creación de Zomel, llegados al mundo para inundarlo de los más temibles horrores, y por ello los rechazaron duramente. Los persiguieron, maltrataron y masacraron, los humillaron y los condenaron a todo tipo de penurias. Pero los magos, guiados por dos niñas, finalmente se levantaron contra sus maltratadores, y sin que las diosas les asignasen un lugar, se buscaron el suyo propio, abriéndose paso entre los demás reinos.
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