Una simple platica (Amaité)

-Lo he pensado... -asintió, mirando dentro del cuenco del agua, y dádole pequeños toquecitos con la yema de los dedos para observar las ondas que se formaban- Pero si me voy sin dejar a alguien competente en mi lugar, ¿quién se encargará de mis pacientes? Un viaje como ese puede llevar muchos meses... -Eso sin mencionar que las gentes de los otros reinos le daban miedo.

-Hmm, tienes razón pero hay otros Chamanes y sus aprendices que pueden hacer el trabajo mientras tu no estas, pero si no te sientes seguro es comprensible, me pasa muy a menudo, tener deseos de conocer las otras culturas y ver que ofrecen.- Tomando otro sorbo de su agua hasta acabarla.- Tal vez... Algún día nosotros podamos viajar juntos a conocer el resto de Ocella.- La miró de forma serena.

-Tal vez -dijo con un suspiro, sin borrar una sonrisa nostálgica de sus labios, esta vez sólo pensaría en las nobles intenciones del rey para con su formación-. Pero ambos tenemos deberes muy importantes que atender. Será difícil poder viajar para cosas tan poco concretas.

Recargo sus brazos en la tabla de la mesa.- Tienes razón.- Dijo con un suspiro y mirpo de nueva cuenta a su acompañante.- Pero tal vez un día podamos dejar el reino unos días, el metodo se nos ocurrirá pronto.- Sonríe levemente.- Tal vez mi insistencia sobre el tema sea extraña, pero me causa curiosidad conocer de otras culturas, tal vez así pueda mejorar un poco más el reino conociendo a los otros.-

-Supongo que hasta que llegó el momento, nunca pensó que tuviese que hacerse cargo del reino, ¿cierto majestad? -preguntó Amaité con total sinceridad. Siempre le había dado la impresión de que ser rey no era la aspiración de Huban, sino que le hubiese gustado hacer muchas otras cosas que su real cargo no le permitía. Además, la muerte del rey Itzam había sido más dura para él de lo que pudiese parecer.

Amaité había llegado a un punto bastante acertado respecto a la opinión del rey sobre su puesto. Era cierto que desde temprana edad, él nunca se miró a sí mismo como rey, aunque había nacido en el linaje real, su deseo era más por ser un guerrero de elite que por soberano, siempre pensó que Itzam siempre había sido el rey perfecto de Graent y que decir de su padre. Huban a veces pensaba que él no era el indicado en el puesto, pero su mismo orgullo le impidio en aquél entonces dejarlo y darselo a otro de sus hermanos.

Huban se quedo serio un poco, miró a Amaité y dijó con una meláncolica sonrisa.- ¿Es que acaso se me nota? -Suspiro.- Eres bástante lista, eso esta muy bien, pero no creí que tu habilidad y persuasión fueran tantas como para llegar a preguntar tal cosa, pensé que no se me notaría.- Río desganado.

-Quizás sea porque la mayoría de sus súbditos no han pasado tanto tiempo con usted. En ese sentido me siento bastante privilegiada, si se me permite. Aunque entiendo que usted no buscase esta responsabilidad, es un gran rey, no lo dude.

La sonrisa de Amaité era un poco triste. Quizás... Sólo Quizás... Si hubiese sido un guerrero normal, un ciudadano más o menos normal, ella no sería la chamán principal, y podría haber intentado confesarse. Quizás...

La miró serio, se le acerco un poco, tomó su mano.- No dudes que tienes varios privilegios, mayores que las de otros, tantos años juntos no son para menos.- Le dedico una sonrisa.- Es verdad que yo no busqué la responsabilidad de cuidar a todo un reino, pero era lo menos que podía hacer por Itzam, tu sabes que eramos muy cercanos y yo era una de las personas en los que él más confiaba, no podría dejar el puesto solo por que sí, aunque admito que mi mismo orgullo me impidió dejar el puesto. Que pienses que soy apto al puesto me da gusto.- Acaricia la mano de ella.

Realmente Amaité le agradaba, la quería mucho, desde que eran jóvenes siempre tuvierón una gran amistad que en tantos años no ha disminuido, nunca dejaría a Amaité, de eso no había duda.

-¡Vaya! Ya ha llegado el almuerzo, justo a tiempo, siempre si me acompañarás en esta comida?- La miraba un poco meláncolica por asi decirlo, así que la comida y la compañía de este podría animarla un poco.

-Claro que sí, después de una buena jornada de trabajo tengo bastante hambre, además, no podría rechazar tan deliciosa oferta del rey -dijo con una gran sonrisa, un tanto sonrojada por los acontecimientos, aunque aquella comida tenía una pinta, y sobretodo un olor, deliciosos, y se estaba dando cuenta ahora de que estaba muy, muy hambrienta-. Aunque mucho me temo que después tendré que irme, tengo obligaciones que atender, pero antes me aseguraré de que después de la comida se tome un descanso.

Amaité contaba con que gracias a la infusión y al almuerzo, el rey no pudiese contener el sueño, pues todo el mundo sabe que el cuerpo quiere un descanso tras una buena comida, y la pócima acentuaría la sensación de somnolencia. Por supuesto, no podía decirle esto al rey, pues su cabezonería haría que se negase a dormir aún teniendo sueño.

-Es una verdadera lastima, pero es cierto, tienes tus obligaciones y no es indicado que las dejes solo por estar aquí, disculpame por ello.- Le sonrío y al poco tiempo ambos empezarón a comer de la comida tan exquisita, el día era largo, a penas había pasado un poco después del medio día, era normal que después de varias horas después del desayuno, ya el hambre volvía y la comida ayudaría.

En el transcurso de su comida, el rey bostezaba de vez en cuando, tal parecía que la infusión conbinada con la comida empezaba a hacer efecto, por ello el rey procuraba sacudir levemente la cabeza para mantenerse despierto, pero al poco tiempo los bostezos volvían. Era obstinado y no quería irse a dormir, quería aprovechar el resto del día para hacer otras cosas, era terco y lo intentaba pero las habilidades de la chamán eran las suficientes para apasiguar al rey.

Amaité sonrió, por dentro y por fuera, pues había conseguido lo que casi nadie era capaz de conseguir, y aunque no se sentía especialmente orgullosa de ello, era lo que tenía que hacer. Era lo mejor para Huban, eso era lo que importaba. Y por otro lado, verlo vulnerable era una oportunidad única.

La comida estaba deliciosa. Los Kyrias no usan cubiertos, tan sólo algunas herramientas para alimentos difíciles de comer, y estaba literalmente para chuparse los dedos. El rey solía gozar en su palacio de la carne más tierna y el pan más esponjoso.

-Gracias por la invitación, mi rey. Hacía tiempo que no comía un plato tan rico como éste. Siempre me toca comer cosas simples y con prisas.

- No tienes que agradecer, tú siempre eres bienvenida al palacio, ya hasta las sirvientas te obedecen cuando las necesitas. Entiendo lo que es a veces no tener tiempo para comer, cuando hay las festividades del reino, no me da tiempo de comer en la mañana, pero ahora por suerte te tocó saborear lo mejor del meno real.- Miró a la chamán con una sonrisa, tomó un poco de uno de los cuencos con agua fresca y estiró los brazos y miró su herida.- Al parecer la herida se ve mucho mejor, tus habilidades son impresionantes.- Alabó a la de cabellos verdes, no era para menos su habilidad era digna de admirarse.

El rey estaba llegando poco a poco a su limite, ya era evidente que estaba algo somnoliento, pero lo intentaba disimular, cosa que alguien como Amaité se daría cuenta enseguida, se levantó de su silla para quitarse un poco el sueño, pero no se podía hacer nada, él rey tan terco como siempre.

Con una gran y encantadora sonrisa (de satisfacción, aunque no se notase), Amaité se levantó también y se acercó a Huban, para inspeccionar por última vez la herida y cambiarle los primeros vendajes.

-Parecéis muy cansado mi rey, sin duda los entrenamientos deben de ser algo muy duro, creo que lo mejor sería que descansaseis, es lo que vuestra chamán os recomienda -comentó mientras trabajaba hábilmente, habiendo terminado antes de decir las últimas palabras-. Bueno, ya es hora de que yo vuelva a mis ocupaciones, me sentiría muy mal si alguien me necesitase y no estuviese allí para atenderle. Espero que os recuperéis pronto, y llamadme siempre que lo necesitéis, para mi es un honor atenderle, majestad.

Miró a la chamán y le sonrío, intentando disimular a continuación un bostezo, en verdad ya estaba cansado y quiera o no, al final tendría que rendirse y hacerle caso a su curandera.

-Supongo que tienes razón, no quisiera dormir, me gusta aprovechar el día, pero si no hay más remedio.- Rindiendosé por fin y estirandose un poco.- No quiero detenerte más, es bueno que cumplas tús deberes, yo por mi parte me ire a mi habitación.- Pusó una mano en su hombro.- Gracias de nuevo por todo, espero verté pronto, sabes que aquí siempre serás bienvenida.- Le sonrío a ella, no se iba a ir hasta ver que ella se fuera primero.

-Muchas gracias, para mi es un honor y una alegría que me tengáis aprecio y confianza, si ambos tuviésemos quehaceres más relajados podría venir a visitarle más a menudo, pero para bien o para mal no es así -dijo con una sonrisa entre amable y lastimera, pues ambos en sus oficios tenían que pasar por cosas buenas y cosas malas todos los días-. Espero que descanse bien, si al despertar de la siesta siente la cabeza abotargada tome una infusión de estas hierbas -le tendió uno de sus múltiples saquitos de cuero que llevaba en el bolso, los cuales distinguía por los tipos y números de abalorios que colocaba en las cuerdas para cerrarlos.

Espero volver a verle pronto rey Huban, pero por favor, tenga cuidado de no hacerse mucho daño -hizo una leve inclinación con la cabeza, y tras las despedidas se dirigió hacia la salida del lugar. Mientras se iba, sólo esperaba que no hubiese nadie buscándola por ninguna emergencia.